Primeras navegaciones por la costa vasca
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- Category: Historia de la Marina Civil
- Published on Friday, 16 October 2020 05:54
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Historia.
PRIMERAS NAVEGACIONES POR LA COSTA VASCA.
Tartesios, griegos y romanos. Ya hacia el siglo XII a. J.C. la riqueza mineral del Norte peninsular atrajo hacia las costas cantábricas a las gentes que vivían entre el Ródano y Garona y, a la vez, desde el sur, naves tartesias que se dirigían a Inglaterra e Irlanda en busca de plomo y estaño bordearon el golfo de Vizcaya en pequeños navíos birremes de tipo fenicio. Posteriormente serían utilizadas estas rutas por los griegos masaliotas y las primeras referencias geográficas de nuestras costas vendrían de estos viajeros. Llegaron después los romanos; si bien, la romanización de la costa vasca se produjo muy tarde, posiblemente después de las guerras cántabras. Así, hay datos de que en el año 26 a. J. C. la flota romana de Agrippa operó en el Cantábrico. Acabada la guerra, los romanos iniciaron la explotación de los recursos minerales de la cornisa cantábrica, dando comienzo a un largo período de cerca de dos siglos en los que las costas vascas presenciaron un fuerte tráfico comercial marítimo con Aquitania para el transporte del mineral extraído. A partir del siglo II d. J. C. decayó esta relación comercial hasta desaparecer prácticamente los vestigios de civilización romana. Sin embargo, la civilización romana aún progresó en la costa aquitana hasta finales del Imperio; Lapurdum, la actual Bayona, se convirtió en ciudad fortificada en el siglo IV d. J. C.
Arabes y normandos. El tráfico mercante por la costa vasca volvió a florecer con la aparición de embarcaciones árabes que llegaban en sus expediciones comerciales hasta la isla de Yeu. Este tráfico se vio interrumpido bruscamente por las invasiones normandas que asolaron todas las costas del antiguo Imperio romano desde el siglo IX al XI. En sus incursiones arrasaron el Norte de Vasconia y Aquitania, conquistaron la desembocadura del Adour y establecieron un asentamiento en Bayona. En una ocasión, en el año 851, llegaron hasta Pamplona y capturaron al rey de Navarra, García Iñiguez, liberándolo luego a cambio de un fuerte rescate. El contacto con los normandos cambió radicalmente el papel, hasta entonces pasivo, de los moradores de la costa vasca que incorporaron rápidamente las nuevas técnicas y usos de la navegación. Se dice, aunque no hay certeza de ello, que los vascos aprendieron de ellos la pesca de la ballena y, desde luego, su influencia fue notoria en la construcción de embarcaciones de épocas posteriores (pinazas balleneras, galeras bayonesas, ...). A partir de este momento el pueblo vasco empezó a ser el protagonista de su propia historia marítima.
Los comienzos de la Marina vasca (siglos X a XII). Los primeros datos sobre las actividades marineras de los vascos datan del año 999 de nuestra era y dan cuenta de su dominio de las aguas del Cantábrico hasta Finisterre y de su ascenso hasta el Báltico en faenas pesqueras. También en el 999 se tienen noticias de la primera expedición marítima, organizada en Vasconia para ayudar a Gonzalo Muniz, señor de Oporto (Lusitania), a reconstruir la ciudad destruida por los árabes y a ponerla en estado de defensa. Pero la primera fuerza naval que se conoce es la que organizaron Guipúzcoa y Vizcaya para ayudar al rey de Navarra y Aragón, Alfonso el Batallador, en el asedio y toma del castillo de Bayona en el 1130. Durante el siglo XII, Bayona era una floreciente ciudad comercial proyectada al mar; su puerto era punto de tránsito de un continuo tráfico mercante y contaba con un importante astillero y una pujante flota ballenera.
Fundación de las villas marineras (siglos XII a XIV). En el año 1180, el rey Sancho el Sabio de Navarra fundó San Sebastián como puerto de Navarra y le otorgó su fuero, inspirado en el de Estella, introduciendo importantes elementos de derecho marítimo, incorporando el hierro como mercancía de exportación y eximiendo de tributos a las naves donostiarras que arribaran al puerto con mercaderías. Tras la ocupación de Guipúzcoa por Castilla los monarcas castellanos extendieron el fuero a otras villas como Guetaria ( 1201 ), Fuenterrabía ( 1203), Motrico ( 1209), Zarauz ( 1237), Zumaya (1247), Orio (1379), ... Casi al mismo tiempo, los señores de Vizcaya hacían lo propio en el señorío con Bermeo y Plencia (hacia 1236), Bilbao (1300), Portugalete (1322), Lequeitio (1325), Ondárroa (1327), ... Para el siglo XV habían nacido ya los principales puertos y villas marineras de la costa vasca.
La Marina Mercante (siglos XIII a XVI). Hasta la edad moderna los barcos de guerra propiamente dichos, no existieron. En casos de necesidad los reyes fletaban o requisaban los mercantes que podían y los armaban si no lo estaban ya. A lo largo del siglo XIII la Marina del Señorío de Vizcaya y la de Guipúzcoa, sujeta a Castilla, adquirieron cada vez mayor nivel y prestigio. Fruto de ello sería el constante recurso de los reyes de Castilla a los puertos vascos y cántabros para formar sus escuadras con barcos y gentes de estos·lugares. A cambio de ello, obtuvieron franquicias y ventajas comerciales que reforzaron aún más su posición puntera. De hecho, la primera operación bélica de la Marina de Castilla fue el resultado de un contrato establecido entre el rey Fernando III el Santo y un comerciante burgalés, Ramón Bonifaz, armador de buques vasco- cántabros en el tráfico de Flandes. A cambio de apoyar con sus naves la toma de Sevilla (1248), recibió el título de Almirante y una serie de ventajas comerciales. Entre el siglo XIII y comienzos del XVI la ruta que absorbía la mayoría del tráfico mercante era la que unía los puertos de Euskalherria con Flandes, a donde se exportaba hierro del Norte, lana castellana, vinos navarros, etc., y se importaban telas y paños. Para canalizar el comercio vasco con Holanda y los países limítrofes se creó en 1348 el «Consulado de Vizcaya y de Guipúzcoa en Brujas». Los consulados eran agrupaciones de comerciantes y marinos para proteger sus intereses. La prosperidad naviera y mercantil de Vizcaya, Guipúzcoa y Cantabria aparece también reflejada en las contrataciones que las villas hanseáticas sostenían con sus puertos y buques; en 1427 llegaron a organizar una flota de naves vizcaínas que llevó al mar Báltico mercancías de Castilla, Francia, Inglaterra y Flandes. En 1504 los mareantes bilbaínos ya presumían de su superioridad marítima y de una matrícula de 500 navíos que iba con mercaderías a Levante, Bretaña y Flandes y también a las pesquerías de bacalao en Terranova y a las de ballenas en Noruega. A comienzos del siglo XVI decayó algo este comercio al abrirse las nuevas rutas de las Indias Occidentales. En 1511 se fundó el «Consulado de Bilbao» marcando el comienzo del despegue comercial y marítimo de la villa que encontraría en el siglo XVI su época de máximo esplendor (v. BILBAO). Esta prosperidad desaparecería luego a lo largo del siglo XVII a la par que la monarquía española entraba en franca decadencia como primera potencia europea.
La Marina vasca al servicio de las coronas de Castilla e Inglaterra (siglos XIII al XV). El concurso de las 13 naves y 5 galeras del almirante Bonifaz, construidas en Guetaria, Pasajes, Castro Urdiales y Santander, y tripuladas por gentes de casi todos los puertos vascos y cántabros, fue decisivo para la toma de Sevilla (1248). Muchos de los marinos vascos que participaron en la conquista quedaron en Sevilla y sirvieron de base a la maestranza y astillero que construyó luego el rey Fernando. A lo largo de los siglos XIII y XIV la pujanza naval de Vizcaya y Guipúzcoa es creciente, alcanzando su cénit en los siglos XV y XVI. Durante este período el núcleo central de la Marina de Castilla estuvo formado por naves y marinos vasco-cántabros que participaron en todas las empresas marítimas emprendidas por el Reino. Tomaron parte en la toma de Cádiz ( 1252), en los sitios de Algeciras ( 1278 y 1344), en las guerras contra Portugal derrotando a la flota portuguesa en el Guadalquivir ( 1370) y atacando Lisboa (1382), en la expedición a Lanzarote (1393) y en la enviada al Estrecho que destrozó la flota de los reyes de Túnez y Tremecén (1407). En la Guerra de los Cien Años (1337- 1453), marinos guipuzcoanos y vizcaínos al servicio de la corona de Castilla, aliada de Francia, se enfrentaron a los de Laburdi, entonces bajo dominio inglés, y que también habían destacado en diversas empresas marítimas en apoyo de los monarcas ingleses como la ayuda a La Rochelle ( 1224) o la toma de Bayona (1295) (v. BAYONA). Muchas serán las ocasiones en el transcurso de la historia en que vascos de uno y otro lado del Bidasoa se enfrentarán entre sí al servicio de intereses extraños. Durante la guerra contra Navarra y Aragón (1429-30) se armó una escuadra en el Cantábrico que se dirigió luego al Mediterráneo y bloqueó las costas de Ibiza, Mallorca y Menorca, destruyendo almacenes y apresando las galeras del rey de Aragón hasta que se firmó la paz. En 1475, reinando los Reyes Católicos, la Marina vasca llegó aun más lejos cuando varias naves vizcaínas capitaneadas por Juan de Mendaro participaron en una expedición castellana al golfo de Guinea. Las naves armadas en Vizcaya y Guipúzcoa tuvieron también una destacada participación en las guerras contra Francia en 1475-76. En 1481 , declarada la guerra contra los turcos que se habían apoderado de Otranto, se armaron en Vizcaya, Guipúzcoa y Cuatro Villas 30 naves que, en unión de otras 20 gallegas y andaluzas, constituyeron la armada que se envió contra ellos. Durante la guerra contra Granada, una escuadra de naves guipuzcoanas y vizcaínas se encargó de bloquear los puertos del reino moro desde 1484, impidiendo la llegada de auxilios exteriores. En 1492 marinos vascos formaron parte de la expedición que condujo a Cristóbal Colón a América. Entre ellos estaba el vizcaíno Juan de la Cosa, maestre y armador de la nao Santa María. Una segunda expedición a América de 6 naves, preparada en Vizcaya para 1493, fue finalmente destinada a transportar a Africa al rey de Granada y participó en 1495 en el bloqueo de Gaeta (v. ARMADA).
Las guerras contra los ingleses (siglo XIV). Los contactos mercantiles entre vascos e ingleses datan de fechas remotas. El tráfico mercante con Inglaterra en el siglo XIII era parte de otro más amplio que se mantenía entre la costa vasca y Flandes. Ya desde finales de siglo estas actividades comerciales se mezclaban con acciones de piratería, resultando apresados algunos buques ingleses por corsarios vascos. Durante la primera mitad del siglo XIV se sucedieron los apresamientos y las treguas pactadas entre unos y otros. Pero estas treguas fueron reiteradamente incumplidas por ambos y los enfrentamientos se prolongaron hasta mediados de siglo. El 29 de agosto de 1350 una numerosa flota inglesa dirigida por el propio rey de Inglaterra, Eduardo III, atacó entre Dungeness y Hastings a una escuadra de más de 40 naves vasco-cántabras en lo que se ha dado en llamar la batalla de Winchelsea. El combate fue muy sangriento. Según los cronistas ingleses de la época, sus buques se apoderaron de la mitad de las naves vascas, en la mayoría de las cuales todos sus tripulantes combatieron hasta la muerte. Las pérdidas inglesas, aunque no se detallan, debieron ser muy grandes y entre ellas estaba el propio buque insignia inglés, el Thomas. La victoria inglesa fue en realidad menos aplastante de lo que los cronistas ingleses dieron a entender, pues dos meses y medio después Inglaterra inició contactos con los vascos para establecer una paz duradera. La tregua definitiva se firmó en Londres el 1 de agosto de 1351, completada con otra más firmada en Fuenterrabía el 29 de octubre de 1353 entre guipuzcoanos y vizcaínos por un lado y labortanos -entonces bajo soberanía inglesa- por otro. Se estipulaba que las naves inglesas y vascas conservarían el derecho a comerciar sin trabas con los países que quisieran y los vascos obtenían el derecho a pescar libremente en las costas de Inglaterra y Bretaña.
La Guerra de los Cien Años (siglos XIV y XV). En 1337 se inició una larga serie de conflictos, conocida como Guerra de los Cien Años, que enfrentaría a Inglaterra y Francia hasta 1453 por la posesión de los territorios atlánticos franceses y que tendría repercusiones en otros países europeos, especialmente Castilla y Flandes. La intervención inglesa en las guerras civiles de Castilla a favor de Pedro el Cruel hizo que, a la muerte de éste, la Corona de Castilla pusiera sus fuerzas al lado de Francia. Al estar bajo dominio inglés los puertos de Bayona y San Juan de Luz se dio nuevamente el caso de que vascos del Norte y del Sur se enfrentaron entre sí, unos al lado de Inglaterra y otros al lado de Castilla. La flota de Castilla, compuesta por naves vascas bajo el mando del almirante Antonio Bocanegra, fue enviada para apoyar a los franceses que sitiaban La Rochelle. Los ingleses enviaron otra flota bajo el mando de Lord Pembroke para levantar el sitio pero fue completamente destruida en aquellas aguas por la de Bocanegra y Lord Pembroke cayó prisionero (22/23-6-1372). En 1375 se estableció una primera tregua que duró varios años. Las hostilidades prosiguieron en forma de ataques piratas y acciones de represalia. El 10 de agosto de 1375 la flota vizcaína destruyó la de Bayona y Burdeos hundiéndole cerca de 37 barcos. En otoño, la flota inglesa capturó en Bourgneuf a los buques Santa María, de Bilbao, y San Nicolás, de Ondárroa, cuando regresaban de Flandes. En 1377 los corsarios vascos apresaron 21 buques ingleses en el canal de la Mancha a costa de importantes pérdidas. En años sucesivos se generalizaron estos ataques piratas en el canal de la Mancha hasta el punto de que en 1387 los marinos vasco-cántabros, franceses y flamencos organizaron en Brujas un gran convoy armado bajo el mando del flamenco Jean de Bucq para abrirse camino a través del Canal, pero la flota británica del Conde de Arundel les atacó cerca del Támesis, logrando capturar muchos buques, entre ellos por lo menos dos de San Sebastián, el Santa María y el San Juan (25-3-1387). Los primeros años del siglo XV fueron muy numerosos los apresamientos de barcos vascos por piratas ingleses; por ejemplo, el mes de octubre de 1403, uno de los peores, fueron asaltados cuatro barcos de Bermeo, uno de Lequeitio, uno de Deba, uno de Plencia, uno de Orio y otro de Bilbao. En respuesta a estas acciones, Castilla organizó en 1405 una flota de 40 naves bajo el mando del vizcaíno Martín Ruiz de Avendaño que fue enviada a Bretaña para ayudar a Francia y velar por la seguridad de aquellas rutas. Un grupo más pequeño de 3 galeras cántabras y 2 naves francesas se dedicaron a atacar a los piratas ingleses recorriendo la costa y quemando sus villas. En 1415 se reanudó la guerra de forma generalizada. En 1418 Castilla armó una nueva escuadra de naves, construidas en su mayoría en Guipúzcoa, para auxiliar a los franceses. Esta flota atacó Bayona (14-8-1419) después de quemar San Juan de Luz y Biarritz. En 1420 se firmó otra tregua pero a los pocos años se reanudó la guerra y también la piratería. En 1448, se produjo un hecho curioso a raíz del apresamiento por el armador de Motrico, Gonzalo Ibáñez, de un mercante inglés. Tiempo después era el propio Gonzalo Ibáñez el que veía capturado uno de sus buques, cargado de mercancías genovesas, por los ingleses. El soberano inglés dispuso su devolución una vez que se hiciera compensación de pérdidas a los dueños del mercante inglés capturado primero. Después de acabada la guerra, en 1473, los vizcaínos llegaron con Inglaterra a un acuerdo de mutuo buen trato, protección y libertad de navegación y comercio que fue borrando paulatinamente las discordias aún existentes entre unos y otros y haciendo prosperar las relaciones comerciales. En adelante, los corsarios vizcaínos centraron su actividad principalmente sobre barcos franceses y portugueses.
La pesca de la ballena (siglos XI al XVIII). Si bien algunos remontan la actividad ballenera de los vascos hasta el siglo VIII, el primer documento que hace referencia al tema es de 1059 al concederse a Bayona el privilegio de la venta de carne de ballena en su mercado. Se supone que fueron los normandos quienes enseñaron a los vascos la caza de las ballenas, que entonces frecuentaban las costas atlánticas. De la presencia de ballenas en el litoral vasco dan fe muchos de los sellos concejiles de las villas costeras que las incluyen entre sus motivos, como Bermeo, Lequeitio, Ondárroa, Motrico, Guetaria, Fuenterrabía, Biarritz, ... A comienzos del siglo XV habían remitido considerablemente las capturas de ballenas en nuestro litoral lo que movió a los balleneros vascos a lanzarse hacia costas más lejanas llegando en sus expediciones hasta Terranova. Existen documentos que prueban la llegada de los balleneros donostiarras a Terranova en 1526, de los de Orio en 1530 y de los de Zarauz en 1545. El siglo XVI fue la época de máximo esplendor para los balleneros vascos. Hacia 1580 salían a pescar cada temporada lo menos 200 balleneros de Guipúzcoa y Vizcaya. En 1600, sólo en San Juan de Luz había 60 embarcaciones y 3.000 hombres dedicados a la pesca de la ballena. De los balleneros vascos aprendieron luego los ingleses y más tarde holandeses y daneses el arte de arponear y cazar ballenas. La fuerte competencia entre unos y otros obligó a buscarlas más al norte llegando hasta Groenlandia a comienzos del siglo XVII. Durante este siglo se fue acentuando la decadencia de la pesca de la ballena hasta convertirse en una empresa aislada y excepcional durante el siglo XVIII (v. BALLENA).
LA MARINA VASCA Y LAS GUERRAS MARÍTIMAS EN LA EDAD MODERNA.
El descubrimiento de América y la colonización del Nuevo Mundo (siglos XV y XVI). Se dice que Cristóbal Colón supo de la existencia de otro continente por un vasco que en sus derroteros por las Canarias, al ser arrastrado por una tormenta y desviado de su ruta, fue a dar a las costas del otro lado del Atlántico, tal vez las actuales costas del Norte de Brasil. En la expedición que condujo a Colón a América el 12 de octubre de 1492 iba un nutrido grupo de marinos vascos. Entre ellos destacaba Juan de la Cosa, armador y maestre de la Santa María, según unos construida en los astilleros de Azkonobieta, en Aguinaga (Guipúzcoa), y según otros en algún astillero gallego. Los tripulantes vascos formaban cerca de un tercio de la tripulación de la Santa María y también había algunos embarcados en la Pinta y en la Niña. Marinos vascos acompañarían también a Colón en sus otros viajes. Desde la llegada de Colón a América muchos fueron los navegantes vascos que tomaron parte destacada en los descubrimientos y colonización de las nuevas tierras. Juan de la Cosa volvió a América en 1499, 1504 y 1508, encontrando la muerte en su último viaje. Un guipuzcoano, Juan Sebastián Elcano, de Guetaria, rodeó América por el Sur, llegó a Filipinas y completó la primera vuelta al mundo entre 1519 y 1522. El alavés Pascual de Andagoya participó en la conquista de Centroamérica. Domingo Martínez de Irala, de Vergara, exploró el Paraná y fue gobernador de Paraguay ( 1544-46). El pamplonés Pedro de Ursúa y el oñatiarra Lope de Aguirre dirigieron la expedición en busca de «El Dorado» (1560). Otros dos guipuzcoanos, Miguel López de Legazpi y Andrés de Urdaneta, ambos de Zumárraga, encabezaron una expedición de cuatro naves y 380 hombres, muchos de ellos vascos, que llevó a cabo la conquista pacífica de Filipinas (1564-72). Sebastián Vizcaíno desembarcó en las costas de Nueva California ( 1594) y llevó luego una embajada a Japón ( 1611 ). Y así muchos otros (v. AMERICA, ASIA, FILIPINAS).
La primera vuelta al Mundo (1519-22). El descubrimiento de América en 1492 marcó el inicio del período de máximo esplendor en las actividades marítimas de todos los pueblos de la Península Ibérica. Tres acontecimientos jalonaron este período: el primer viaje de circunnavegación de la Tierra ( 1519-22), la batalla de Lepanto ( 1571 ) que supone la culminación de las empresas marítimas de Felipe II contra los turcos, y la derrota de la Armada Invencible ( 1588) que marca el declive naval del Imperio Español. La expedición que dio la vuelta al mundo fue organizada en 1518 por el navegante portugués Fernando de Magallanes con el fin de llegar a las islas Molucas o de las Especies por una ruta distinta a la del cabo de Buena Esperanza que resultaba larga y peligrosa. La expedición se formó con las naves Trinidad, mandada por el propio Magallanes, adquirida en Bilbao junto con gran número de efectos porque, según el parecer de los jefes expedicionarios, allí eran mejores y más baratos, la San Antonio, la Concepción, la Victoria, de la que existen indicios de que fue construida en Zarauz, y la Santiago. En la Concepción iba embarcado el guetariano Juan Sebastián Elcano como maestre o segundo de a bordo. Componían las tripulaciones 265 hombres de muy diverso origen entre los que había 27 vascos. La expedición salió de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519 y después de bordear América por el Sur llegó a Filipinas. Allí resultó muerto Magallanes y asumió luego el mando Elcano. Alcanzó su objetivo, las Molucas, el 7 de noviembre de 1521 e inició después el regreso a la Península, ya sólo con la nao Victoria, cruzando el Indico y atravesando el cabo de Buena Esperanza. El 6 de septiembre de 1522, la Victoria fondeaba de nuevo en Sanlúcar de Barrameda con 18 supervivientes, cinco de ellos vascos. Aún intentó Elcano un segundo periplo por todo el mundo, pero falleció en la travesía el 6 de agosto de 1526 (v. ELCANO).
Las guerras contra los turcos (siglo XVI). Desde la toma de Constantinopla (1453), el Imperio Otomano extendió su influencia progresivamente por todo el Mediterráneo Oriental y Norte de Africa, expulsando de la zona a las flotas europeas y amenazando el tráfico mercante en todo el Mediterráneo mediante la acción de piratas berberiscos que llegaban hasta las costas del Sur de Europa. El emperador Carlos I encargó al vizcaíno Rodrigo de Portuondo la protección de las aguas del reino de Granada con su escuadra de 8 galeras y 2 bergantines pero éste fue derrotado en aguas de Formentera por la turca, pereciendo el propio Rodrigo de Portuondo y dejando en manos de los turcos 7 galeras (25-10-1529). En 1533, cinco galeras vizcaínas cargadas de trigo fueron atacadas por la flota del almirante turco Barbarroja pero pudieron escapar gracias al viento favorable. En 1534, Barbarroja con una escuadra de 82 galeras se apoderó de Túnez. Carlos I organizó entonces una potente armada para recuperar la plaza con las escuadras de España, Génova, Nápoles, Estados Pontificios y otros países mediterráneos hasta sumar 60 galeras, 25 galeotes, fustas y bergantines y 260 naos y carabelas transportando a bordo 26.000 soldados de los que Vizcaya había aportado 2.000 con 23 carabelas y I galeón. Aunque consiguió su propósito de destruir la flota turca, tomando La Goleta y Túnez ( 14 y 20-7-1535) y liberar a 20.000 cautivos cristianos -muchos de ellos guipuzcoanos y vizcaínos- no pudo capturar a Barbarroja que se retiró a Argel. Las hostilidades prosiguieron sin interrupción. El 26 de septiembre de 1538 Barbarroja derrotó en aguas de Preveza a la escuadra imperial. Entre sus galeras estaba la del vizcaíno Machín de Munguía que se convirtió en el héroe de la jornada al defenderse con gran denuedo del ataque simultáneo de varias galeras turcas. Su nave quedó con el casco destrozado y sólo sobrevivieron a bordo Machín y su compañía de vizcaínos. En 1540, en otro combate en Alborán contra los piratas berberiscos destacó el capitán de las naves vizcaínas, Juan Ibáñez de Aulestia y Mendirichaga. En 1541 se organizó otra armada para combatir a Barbarroja y tomar Argel. La componían 61 galeras tripuladas por 12.000 marinos, muchos de ellos vascos, y 400 naves de transporte con 25.000 hombres. Pero una fuerte tormenta hizo fracasar la expedición al barrer en una noche 14 galeras y 150 naves. Al abdicar Carlos I en su hijo Felipe II, el nuevo monarca prosiguió la empresa de su padre. Después de firmar una alianza con el Papa y Venecia, concentró una escuadra de 280 naves al mando de Juan de Austria, que atacó a las más de 300 de la escuadra turca de Alí Bajá y la derrotó completamente en el golfo de Lepanto (7-10-1571). En la flota aliada figuraban numerosos marinos vascos como los capitanes Rodrigo Zugasti de Larrabezúa, Ochoa de Recalde, Cristóbal de Munguía y otros. La victoria de Lepanto supuso un freno para la expansión del Imperio Otomano por Europa y significó la apertura comercial del Mediterráneo Oriental para los vencedores.
La pesca del bacalao (siglos XVI a XIX). Al llegar los vascos a Terranova en persecución de las ballenas descubrieron allí formidables caladeros de un pez que denominaron «bakallua», el bacalao. A lo largo de todo el siglo XVI y parte del XVII la pesca del bacalao fue patrimonio exclusivo de los vascos. Durante el siglo XVII fueron frecuentes las guerras entre España y Francia pero eso no impidió que vascos de Vizcaya y Guipúzcoa siguieran pescando amigablemente con los de Laburdi merced a unas concordias o «conversas» negociadas conjuntamente. Los monarcas de ambos países nunca vieron con buenos ojos estas conversas que a finales de siglo fueron canceladas. Para salir del apuro y siendo Terranova colonia francesa, idearon los guipuzcoanos contratar capitanes franceses y hacer viajar sus barcos bajo esa bandera. Así se empezó a hacer en 1698 con buenos resultados. Pero el Tratado de Utrecht (1713) por el que las tierras del Norte de América pasaban a ser colonia inglesa, cortó bruscamente las pesquerías de bacalao en Terranova. Aunque el Tratado recogía que los vascos podrían continuar su pesca, el gobernador inglés la prohibió con lo que la flota pesquera vasca se extinguió durante más de medio siglo. Algunos pescadores vascos optaron por buscar otras aguas, llegando así hasta el litoralde Noruega y Rusia e incluso volverían a Terranova en el siglo XIX pero la actividad bacaladera ya no volvería a tener el esplendor de épocas anteriores (ver BACALAO).
Las Guerras de Flandes, primeras operaciones (1568-87). Durante más de ochenta años un nuevo foco de conflictos centró la atención de los monarcas españoles: Flandes, en lucha por su independencia desde 1568 hasta que en 1648 le fue reconocida por España en el Tratado de Münster. En diferentes fases del conflicto los holandeses contaron a su lado con el apoyo de ingleses y franceses, enfrentados con los monarcas hispanos, además, por otras cuestiones como la sucesión al trono portugués, la hegemonía en Europa o la expansión colonial. Todos los contendientes, además de sus escuadras nacionales, emplearon con frecuencia buques armados en corso cuyo uso se generalizó a partir de este siglo. Ya en 1570, Pedro Menéndez y Márquez aprestaba en Bilbao una fragata artillada y dotada con 300 hombres para dedicarla al corso en las Indias contra los ingleses, franceses y holandeses. En 1577 los corsarios franceses se cebaron en sus correrías en los buques que abastecían de alimentos y otros géneros a Vizcaya. Tras suceder Felipe II al rey de Portugal en 1580, preparó una gran armada para ocupar las islas Azores que se oponían a esta sucesión con ayuda de Francia. Hasta 15.000 toneladas de navíos pidió el rey a Vizcaya, Guipúzcoa y las Cuatro Villas (Cantrabria) en 1582. Guipúzcoa aportó finalmente 10 naves a la expedición. Se reunió una flota de 26 naves mandada por Alvaro de Bazán quien, sin esperar el refuerzo de otras 17 naos quetraía Juan Martínez de Recalde, venció a la poderosa armada francesa de 60 naves en Punta Delgada (26-7-1582) y tomó las Azores excepto la isla Terceira. Los que más se distin-guieron en el combate fueron los guipuzcoanos que sufrieron por ello muchos muertos y heridos. En 1583 otra expedición con fuerte participación de naves guipuzcoanas y vizcainas ocupó la isla Terceira. Los corsarios bayoneses no perdieron oportunidad para actuar hasta en los más remotos lugares. En 1585 uno de ellos capturó, nada menos que en Guinea, 3 barcos españoles con un cargamento valorado en 350.000 ducados (ver CORSARIO).
De la Armada Invencible a la Tregua de los Doce Años (1587-1609). La ejecución de la reina María de Escocia en 1587 precipitó la guerra entre España e Inglaterra. Toda la costa vasca se colocó en estado de defensa en previsión de un ataque inglés, mientras se aprestaba en los puertos peninsulares una escuadra tan poderosa como jamás se había conocido. Era la denominada «Armada Invencible» a cuyo frente se puso el duque de Medina-Sidonia, poco apto para ese mando. Se reunieron 130 naves y 30.000 hombres organizados en dos escuadras de galeones, las de Portugal y Carrera de Indias, cuatro de naos fletadas por Guipúzcoa, Vizcaya, Andalucía y Levante, una de galeazas y una de aprovisionamiento. El bilbaíno Juan Martínez de Recalde mandaba una de las escuadras con 14 naves y 2.700 hombres; otro bilbaíno, Martín de Bertendona, mandaba otra con 10 naos y 3.500 hombres, mientras el almirante guipuzcoano Miguel de Oquendo mandaba una tercera con 14 naves. Frente a ellos, los ingleses y holandeses reunieron más de 200 embarcaciones, de menor tamaño pero mejor armadas, y 15.000 hombres bajo el mando de Lord Howard. La Armada Invencible salió en mayo de Lisboa, recaló en La Coruña y se dirigió hacia el Canal de la Mancha en julio. Durante varios días los ingleses hostigaron a la flota hispana a su paso por el Canal para derrotarla finalmente en Gravelinas (7/8-8-1588). Los combates provocaron la pérdida de 20 naves, entre ellas la nave insignia de Recalde. Otras 40 más se perderían víctimas de las tormentas y de la impericia de Medina-Sidonia. Cuando los restos de la Invencible regresaron en septiembre faltaban la mitad de los buques y casi 9.000 hombres, entre ellos casi todos los avecindados en Guecho y Sopelana. También fallecieron a su regreso Recalde y Oquendo. Las hostilidades continuaron. En 1591 se rechazó un ataque inglés en las Azores, destacando la actuación de los vascos Bertendona, Aramburu y Urquiola. En 19 de mayo de 1593, el vizcaíno Pedro de Zubiaur, uno de los marinos más activos en esta guerra, derrotó a una escuadra inglesa en aguas de Burdeos. En 1596, 14 naves británicas mandadas por el corsario Drake tomaron la isla de Izaro donde saquearon el convento de Franciscanos y luego hicieron lo mismo con la ermita de San Juan de Gaztelugache. Los corsarios vascos también atacaron el tráfico enemigo, como en 1603 cuando corsarios guipuzcoanos apresaron varios navíos mercantes alemanes. En 1604 se firmó la paz con Inglaterra aunque las hostilidades con Holanda prosiguieron. En l606 se planteó un curioso pleito al haberse dado a la armada que vigilaba las costas de Vizcaya el nombre de escuadra de Guipúzcoa. El Señorío acudió en demanda de reparo y se convino en que se llamase escuadra de Cantabria. En 1609 un corsario flamenco capturó 2 naves vizcaínas dando muerte a 60 de sus tripulantes. Ese mismo año se alcanzó una tregua con Holanda que duraría doce años.
La Guerra de los Treinta Años (1618-48) y su prolongación contra Francia (1635-59). En 1617 el señorío ofreció a la Corte la construcción en Zorroza de una escuadra propia de Vizcaya de 6 galeones y 2 pataches a cambio de que toda su tripulación y oficialidad fueran del país. Se aceptó y en 1619 se hizo a la mar esta escuadra al mando del general portugalujo Martín de Vallecilla. Por este tiempo existía también la escuadra de Guipúzcoa, con 17 naves, al mando del almirante Antonio de Oquendo. En 1621 finalizó la tregua con Holanda y se ordenó formar una armada de 30 navíos y 6 pataches con las tres escuadras de Vizcaya, Guipúzcoa y Cuatro Villas. Los primeros años de la guerra apenas se notaron en aguas de Euskalherría. En 1624 se puso la costa en estado de defensa ante el temor de un ataque holandés y en 1626 el corsario de Fuenterrabía San Francisco apresó a un barco francés del mismo nombre y lo condujo a Bilbao. En esta misma época, durante las guerras de religión en Francia, también la flota bayonesa se mostró activa en las operaciones que se desarrollaron en torno a la isla de Ré y La Rochelle ( 1627-28). En 1631, una flota hispano-portuguesa, con varias naves vascas, mandada por Antonio de Oquendo destrozó a otra holandesa cerca de Pernambuco. En 1635, Francia entró en la contienda al lado de Holanda y los protestantes alemanes. En julio de 1636 el rey ordenó a los navíos de Vizcaya y Cantabria que se unieran a la armada de Portugal y emprendiesen la persecución de la francesa en el Atlántico, a la vez que la escuadra de Cádiz del almirante Antonio de Oquendo debía unirse a la de Nápoles con el mismo propósito en el Mediterráneo. También se armaron en corso numerosas embarcaciones para atacar el tráfico comercial francés. A finales de año, las tropas hispanas cruzaron la frontera y ocuparon San Juan de Luz mientras una escuadrilla del país capturaba algunas embarcaciones labortanas. En 1637, fuerzas francesas desembarcaron en Poveña pero se les obligó a reembarcar y la escuadra de Cantabria, formada por naves de Cuatro Villas y Vizcaya apresó 4 mercantes y hundió 12 más. En 1638 fueron los franceses quienes invadieron Guipúzcoa y sitiaron Fuenterrabía el 4 de julio. Su flota derrotó a la española en agosto en aguas de Guetaria. Mandaba las naves francesas el arzobispo-almirante de Burdeos, Henry d'Escobleau de Sourdis, que disponía de 44 galeones, 4 urcas, 2 pataches, l2 transportes y 12 brulotes. Frente a ellos, la escuadra de Lope de Hoces sólo contaba con 12 galeones y 5 naves más pequeñas, así como 30 mercantes. De todos ellos únicamente pudo escapar el galeón Santiago que logró arribar maltrecho a Pasajes. Sin embargo, por tierra, las tropas españolas lograron rechazar a las francesas. El declive del poderío naval hispano se confirmó claramente con la derrota de Las Dunas (21-10-1639). Los combates previos a la batalla se produjeron los días 16, 17 y 18 de septiembre entre una pequeña escuadra del almirante holandés Tromp y la flota del almirante Antonio de Oquendo formada por 67 naves. Pero reforzada luego la escuadra de Tromp hasta reunir 110 naves, atacó por sorpresa a la de Oquendo y la destrozó completamente. En otros combates destacaron el eibarrés Carlos de Ibarra que derrotó a una flota holandesa en Cartagena de Indias (1638) y el orduñés Francisco de Pimienta, general de la Armada del Océano, que derrotó a la flota francesa en aguas de Italia (1646). Aunque la guerra con Holanda finalizó en 1648 aún se prolongó con Francia hasta 1659 en que se firmó la Paz de los Pirineos. Las últimas acciones las llevaron a cabo los corsarios guipuzcoanos en 1658 atacando barcos labortanos que hacían el tráfico con Vizcaya por existir, a pesar de la guerra, un tratado de amistad y comercio que unía a Laburdi y el Señorío. Otras presas de los corsarios guipuzcoanos fueron los barcos portugueses y holandeses que cruzaban también por aquellas aguas. Después de finalizado el conflicto en 1659 las acciones de corsarios vizcaínos, guipuzcoanos y labortanos aún prosiguieron en años sucesivos (v. COR- SARIO, MARINO).
Los primeros conflictos del siglo XVIII. En la guerra de Sucesión al trono de España (1702-13) la participación vasca fue escasa. Era el resultado de la decadencia marítima de Vasconia a lo largo del siglo XVII. Destacó en todo caso la participación en varias acciones de un joven pasaitarra, Blas de Lezo, que luego se haría famoso en las luchas contra los piratas, los turcos y los ingleses. Sin embargo, paralelamente al resurgir marítimo del Reino de España en el siglo XVIII, la Marina vasca recuperó parte de su antigua pujanza y su presencia volvió a ser frecuente en las guerras marítimas de este siglo. En 1718 se organizó una escuadra al mando de Antonio de Gaztañeta para recuperar Sicilia, perdida en la guerra anterior. La formaban 27 navíos de línea, 5 barcos auxiliares, 1.118 piezas de artillería y 8. 130 hombres. Gran parte de ella fue construida en el litoral vasco. La flota consiguió llegar a Sicilia pero fue derrotada en Messina por la británica del almirante Byng (11-8-1718). Al año siguiente la Marina británica realizó varias incursiones por toda la costa cantábrica desde Vigo a San Sebastián y en 1720 terminó la guerra.
La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas (siglo XVIII). Así como el siglo XVII fue de plena decadencia para la Marina vasca y para el comercio e industria en general, el siglo XVIII fue el de su resurgir marítimo. El hecho más relevante de este período fue la creación de la «Real Compañía Guipuzcoana de Caracas» con objeto de realizar directamente el comercio marítimo con Venezuela sin depender de los navíos extranjeros, principalmente holandeses, que monopolizaban el tráfico marítimo en la región del Caribe. La Compañía se fundó el 25 de septiembre de 1728 mediante un acuerdo entre la provincia de Guipúzcoa y el Gobierno español. Los embarques de salida debían efectuarse en San Sebastián y Pasajes y los de regreso obligatoriamente habían de pasar por Sevilla para pagar los derechos de cargazón. Durante su existencia, la Compañía creó depósitos comerciales en San Sebastián, Madrid, Alicante, Cádiz y Barcelona y en la costa venezolana contó hasta con seis factorías importantes y dos puertos de embarque. Llegó a tener cerca de 50 barcos a su servicio. Estos barcos traían de Venezuela cacao, tabaco, azúcar, café, algodón, productos tropicales y algo de oro y plata, y exportaban a América: herrajes, hierro en barras, acero y armas de fuego procedentes de Guipúzcoa y Vizcaya, así como vinos y madera de Navarra. La Compañía debía armar por su cuenta a los barcos que dedicara al comercio cubriendo una triple misión: proteger su tráfico comercial, guardar las costas venezolanas de las incursiones de piratas y actuar como corsarios en caso de guerra. Destacó su participación en la guerra contra Inglaterra ( 1739-48). En especial el 22 de octubre de 1739, cuando 4 buques de la Compañía consiguieron forzar el bloqueo que la Marina británica mantenía sobre La Habana y llevar armas y refuerzos a la ciudad; 3 buques perdió la Compañía durante la guerra. Sus actividades comerciales arruinaron el tráfico que mantenían los holandeses, obteniendo unos beneficios astronómicos para su tiempo. En 1751 la dirección de la Compañía se trasladó a Madrid dejando en San Sebastián sólo las oficinas indispensables, comenzando su decadencia. Después extendió sus líneas comerciales hasta Asia transformándose en la «Compañía de Filipinas». Desapareció en 1785 al fundirse en la «Real Compañía de Filipinas».
La guerra contra Inglaterra (1739-48). En 1739 estalló un nuevo conflicto con Inglaterra ampliado al año siguiente con el de la sucesión al trono de Austria (1740-1748) que enfrentó de un lado a Francia, España,. Prusia y Baviera y de otro a Gran Bretaña, Austria y Holanda. Aliados en esta ocasión Francia y España, los corsarios guipuzcoanos, vizcaínos y labortanos rivalizaron en su lucha contra Inglaterra. La primera presa se registró el 7 de septiembre de 1739 cuando corsarios de Bermeo apresaron el buque inglés Charmin. En 1741 los corsarios vizcaínos Nuestra Señora de la Asunción y Santo Cristo de Portugal detuvieron un barco inglés cargado de tabaco que se vio obligado a arribar en Portugalete. Poco después la fragata vizcaína Nuestra Señora del Rosario y Animas capturaba otro navío inglés con carga general y los guipuzcoanos conducían otro más a San Sebastián. Durante 1741 el Consulado de Bilbao registró al menos 8 presas más. En 1742 el bilbaíno Pedro de Balparda capturó 6 navíos ingleses en Saint Valery y los corsarios vizcaínos Júpiter y San Mitxel otros tres y dos respectivamente. En 1743 la fragata Perla apresaba dos naves más y la Begoña Mayor otras tres en 1744. Un navío inglés era capturado cerca de las costas vizcaínas en 1745. También fue notable la actuación en el conflicto de los barcos de la «Real Compañía Guipuzcoana de Caracas» y la defensa que el guipuzcoano Blas de Lezo hizo de Cartagena de Indias donde, tras dos meses de asedio, logró rechazar a la flota inglesa después de haberle hundido 20 navíos y causado 5.000 bajas (20-5-1741). Blas de Lezo murió unos meses después a consecuencia de las heridas sufridas.
Guerra de los Siete Años (1756-63). La rivalidad franco-británica en el ámbito colonial provocó un nuevo enfrentamiento entre Francia y Gran Bretaña en 1756, apoyadas cada una por otras potencias europeas. España entró en la contienda en enero de 1762 al lado de Francia. En esta guerra obtuvieron sus mayores éxitos los corsarios labortanos. En 1757, Bayona y San Juan de Luz fletaron entre ambos 45 corsarios armados con 750 cañones y cuyas tripulaciones sumaban cerca de 7.000 hombres. En 1758, Bayona armó 12 corsarios, 13 en 1759, 19 en 1760, 29 en 1761 y 25 en 1762. Todos ellos realizaron un gran número de capturas. Eran sus presas predilectas los barcos procedentes de América que traían al continente azúcar, café, algodón, tejidos y especies. Con los beneficios obtenidos casi se compensaron las pérdidas sufridas por las ciudades costeras debidas a la paralización del comercio durante la guerra. Destacaron en estas acciones los nombres de Duler, que operó en las costas inglesas, D'Albarade que lo hizo en el Mar del Norte, Etxeberri en las Molucas, ...
La Independencia de los Estados Unidos (1775-1783). El conflicto surgido a raíz de la Independencia de los Estados Unidos en que Francia apoyó a los colonos americanos frente a Gran Bretaña fue una nueva oportunidad para los corsarios de Laburdi que multiplicaron sus presas tanto en aguas europeas como de las Antillas y América. A partir de la entrada en guerra de España al lado de los Estados Unidos en 1779, se armaron también en Vizcaya algunos corsarios y se padecieron también las acciones de los corsarios ingleses que en 1781 atacaron y saquearon el santuario de San Juan de la Peña. En 1782 un grupo de marinos vascos tomó parte en la expedición que recapturó la isla de Menorca a los ingleses y en el fracasado ataque contra Gibraltar, encargándose el propio Señorío de representar los intereses de los vizcaínos en el reparto de presas.
La Revolación Francesa (1792-1815). Desde la proclamación de la República francesa (1792) hasta los «Cien Días» de Napoleón (1815) una larga sucesión de conflictos enfrentó a Francia y Gran Bretaña por la supremacía en el Mundo Occidental. Las demás naciones europeas se alinearon con uno u otro en diversos momentos. En 1793 España, al lado de Inglaterra, se enfrentó a los revolucionarios franceses en lo que se conoció como Guerra de la Convención (1793-95). Durante la guerra, el Consulado de Bilbao armó en 1793 a sus expensas la goleta Nuestra Señora de la Consolación para la protección de las embarcaciones de comercio. Pero a los cinco meses fue apresada por una fragata francesa con casi toda su tripulación y el Consulado de Bilbao armó en 1794 el bergantín Guerrero con idéntico propósito. Tanto Vizcaya como Laburdi, en bandos diferentes, armaron también buques corsarios que capturaron numerosas presas. Uno de los corsarios franceses, el Borgoña, fue capturado en Plencia en 1794. Además, a finales del mismo año, cuatro lanchas, una de Elanchove, otra de Bermeo y dos de Lequeitio, capturaron la fragata francesa Bizarra cargada de vinos y licores. En 1795, los franceses cruzaron la frontera e invadieron Guipúzcoa y Navarra. Con ese motivo, la Marina española destinó a Vizcaya una escuadra ligera de 4 navíos y 6 fragatas al mando del vizcaíno Goicoechea que izaba su insignia en el San Telmo, pero la guerra terminó ese mismo año antes de que hubiera tomado parte en ninguna acción de relieve. A raíz del Tratado de San Ildefonso (1796) España cambió de bando y se alió a Francia contra Inglaterra en un nuevo conflicto que duraría, con diversas interrupciones, hasta 1808. Esta nueva guerra no fue más que una sucesión casi constante de derrotas para las escuadras de España y Francia con algunos éxitos individuales conseguidos por los corsarios. A pesar de todo, descollaron en ella varios vascos como el bilbaíno José de Mazarredo, la figura más brillante de la Marina en su época y defensor de Cádiz contra Nelson (1797); el vitoriano Ignacio María de Alava, teniente general de la Armada, segundo comandante de la escuadra española en Trafalgar (21- 10-1805), que fue capturado por los ingleses con su navío, el Santa Ana, pero consiguió escapar cuando era remolcado a Gibraltar, y finalmente Cosme Damián Churruca, ilustre hidrógrafo nacido en Motrico y que pereció en el combate de Trafalgar mandando el San Juan Nepomuceno. Muchos otros vascos como Castaños, Olaeta, Gardoqui, Moyúa o Francisco Javier Ugarte, comandante del Santísima Trinidad, el mayor buque de su época, participaron en este combate que estableció de forma definitiva la decadencia de España como potencia marítima. Al lado de Francia destacaron varios labortanos como D'Albarade, nacido en Biarritz y que fue nombrado ministro de Marina en 1793; Bernard Dubourdieu, de Bayona, que combatió desde 1792 en Europa, en Egipto, en las Antillas y finalmente murió luchando contra los ingleses al frente de una división naval en el Adriático (1811); Jacques Bergeret, otro bayonés que se distinguió en el Mediterráneo y las Indias, y los corsarios como Etienne Pellot de Montvieux o Pierre Laffitte.
La Guerra Napoleónica (1808-1813). En 1808 se produjo un nuevo reajuste de alianzas cuando Francia trató de ocupar España y se encontró con una fuerte oposición popular. Desde el comienzo de la contienda en 1808, una escuadra británica se situó en aguas del Cantábrico para cooperar con las fuerzas que se oponían en tierra a los franceses aunque un pacto formal de alianza entre España y Gran Bretaña no se firmó hasta enero de 1809. La Marina británica efectuó incursiones contra las costas dominadas por los franceses, destruyendo fuertes y atalayas y bombardeando algunos puertos. En la costa vasca fueron bombardeados Guetaria, Lequeitio, Bermeo, Castro Urdiales, ... La Marina española, que mandaba entonces el teniente general de la Armada Ignacio María de Alava, estaba escasa de tripulaciones y operó casi exclusivamente desde Cádiz para la defensa de la ciudad, la protección del tráfico con América y el ataque a los corsarios y buques franceses en la zona del Estrecho y Levante, en todo caso, lejos de la costa vasca. En estas aguas operó sólo la escuadra inglesa mandada por el capitán de navío Popham con base en La Coruña. En julio de 1810, la flota inglesa efectuó desembarcos en Santoña y Bermeo en combinación con los guerrilleros y continuó hostigando las poblaciones costeras. Se produjeron a veces hechos curiosos, como el 14 de julio de 1811, cuando la fragata inglesa Rhin se presentó ante Lequeitio y, tras disparar un cañonazo, requirió al alcalde del pueblo para que entregara un par de novillos y unas hortalizas amenazando con bombardear la villa en caso contrario. El alcalde respondió que no tenía atribuciones para hacer aquella entrega por lo que la fragata desembarcó 40 hombres y se llevó lo pedido por la fuerza. Sin embargo, algún tiempo después, el cónsul inglés en La Coruña expidió un pagaré por 113 duros como pago por lo que había llevado la fragata. El verano de 1812, la Flota inglesa del comodoro Popham apoyó la ocupación de Castro Urdiales, Lequeitio, Deva y Motrico por los guerrilleros, atacó Plencia y Bermeo, colaboró en los ataques a Bilbao y Guetaria y finalmente tomó Santander (3-8-1812) e instaló allí su nueva base. A comienzos de 1813 se tomaron de nuevo los puertos de Bermeo y Castro. Este último volverían a ocuparlo los franceses en mayo a pesar de la oposición de los buques británicos. De todas formas la situación bélica se volvía cada vez más desfavorable a los franceses. Contando ya con unos cuantos puertos libres, la Marina inglesa introdujo a través de ellos armas, municiones y pertrechos y obligó a permanecer en la costa a contingentes franceses muy necesarios en otros frentes. En los últimos períodos de la guerra, la Diputación de Guipúzcoa llegó a armar por su cuenta una trincadura, tripulada por 18 marineros al mando de un capitán, para ayudar al transporte de armas y municiones e impedir en cuanto fuera posible las comunicaciones por mar del enemigo. Después de derrotar a los franceses en Vitoria (21-6-1813), el general Wellington ocupó San Sebastián con apoyo de la escuadra de Collier (31-8-1813) y obligó a los franceses a repasar la frontera. La guerra terminó con el Tratado de Valençay (11-12-1813).
LA MARINA VASCA CONTEMPORÁNEA. LA GUERRA EN EL MAR EN LOS SIGLOS XIX Y XX.
El bloqueo naval durante la Primera Guerra Carlista (1833-39)
El bloqueo naval durante la Primera Guerra Carlista (1833-39). Un hecho singular, la aparición de los primeros barcos de vapor a comienzos del siglo XIX, señaló el comienzo de una nueva era en la navegación marítima. En Euskalherria la aparición del vapor fue bastante tardía; el primer buque vasco de vapor, el Buenaventura, del armador mundaqués Ramón de Larrínaga, data de los años setenta. Sin embargo será durante la primera de las guerras carlistas cuando los buques de vapor participarán por primera vez en operaciones bélicas en estas aguas. En 1833, la Marina española se encontraba en el más alto grado de decadencia y desorganización, con pocos barcos, viejos y en mal estado y con unas tripulaciones a las que se debía casi dos años de paga. Al estallar la Guerra Carlista, la Marina tuvo que repartir sus escasos buques entre los diversos teatros de operaciones y sólo pudo destinar a vigilar y bloquear la costa vasca a la fragata Lealtad y al bergantín Guadiana. Antes de su llegada, los carlistas ya habían conseguido desembarcar un primer cargamento de armas en las costas vizcaínas (2-11-1833) traído desde Londres en el buque Henry. La Lealtad naufragó accidentalmente en Santander (12-1-1834) y quedó sólo el Guadiana, insuficiente para bloquear toda la costa. Por ello se envió en mayo el bergantín Guadalete, formándose con ellos una división naval bajo el mando del comandante de Marina de Bilbao, brigadier Romarate. Debido a la falta de buques, la Marina liberal tuvo que recurrir a fletar barcos particulares o del Resguardo Marítimo (servicio de guardacostas que la Hacienda Real tenía contratado con el marqués de Casa Riera). La propia Diputación de Vizcaya armó en mayo de 1834 las trincaduras Isabel II, Cristina y Vizcaya que puso a disposición de la Armada, sosteniéndolas por su cuenta. Antes de eso, todavía pudieron hacer los carlistas otro desembarco de armas en Zumaya con toda tranquilidad (30-5- 1834); procedía esta vez de Amsterdam. En julio quedó definitivamente organizada la División del Bloqueo, reforzada con nuevos buques y cuyo mando tomó ahora el brigadier Pérez del Camino. Contaba la división con la fragata Perla, los bergantines Manzanares, Guadiana y Guadalete y la goleta Nueva María, de la Marina Real; seis embarcaciones del Resguardo Marítimo, y las 3 trincaduras de la Diputación de Vizcaya. Más adelante se incorporaron los vapores Isabel II de 1834 y Reina Gobernadora y Maceppa en 1835, siendo la primera vez que la Marina española utilizaba buques de este tipo. En 1835 se destinó también al Cantábrico, en ayuda de los cristinos, una flota inglesa al mando de Lord John Hay. Con todas estas fuerzas se organizó un férreo bloqueo de la costa vasca para impedir los envíos de armas y el ejercicio de la pesca desde puertos carlistas. Los carlistas, por su parte, no tuvieron Marina alguna, aunque a veces utilizaron lanchas y embarcaciones en sus operaciones. Al comenzar la guerra, trasladaron tropas hasta Oriñón para amenazar Laredo y Castro Urdiales en una serie de embarcaciones cogidas en Portugalete y Bilbao. En junio de 1834, emplearon una trincadura para desembarcar en Plencia e inutilizar las lanchas de pesca que había en el puerto. En 1835 tenían algunas lanchas y trincaduras en las bocas del Bidasoa para impedir el tráfico por la zona. Por último, en 1838, el general Zabala organizó una flotilla de 3 trincaduras, con base en Mundaca, armadas en corso para actuar contra los buques enemigos que se aproximaran a la costa. Pero los carlistas nunca pudieron hacer frente eficazmente al bloqueo de la escuadra cristina. Desde mayo de 1834 se mostraron muy activas las trincaduras de la Diputación de Vizcaya, mandadas por el capitán Juan Manuel de Ondarza, hostilizando a los pescadores e incursionando en puertos como Elanchove, Lequeitio, Motrico, ... para apresar sus embarcaciones. En 1835 menudearon los apresamientos de buques fletados por los carlistas para trasladar material de guerra a los puertos bajo su control; el vapor Reina Gobernadora capturó la goleta Isabel Ana en la costa vizcaína (2-2-1835) cuando llevaba a bordo un cargamento de pólvora y plomo y también 27 oficiales para el Ejercito carlista y, más adelante, una balandra con efectos de guerra en la costa guipuzcoana (29-10-1835). También el cañonero cristino Clotilde apresó junto a cabo Villano a comienzos de noviembre otra balandra cargada de municiones. El bloqueo naval continuó hasta 1839 y cerró la campaña un curioso incidente producido el 10 de julio de dicho año cuando el vapor Isabel II sorprendió a una flotilla de pesqueros de Bermeo y capturó a 10 de ellos, el resto fue a refugiarse al amparo de la fragata francesa Coquette que apareció en el lugar. A pesar de ser Francia aliada de España, la fragata aceptó la solicitud de amparo de los pesqueros bermeanos e impidió su captura por el vapor cristino.
Las operaciones costeras durante la Primera Guerra Carlista (1835-39). La Marina cristina actuó también en apoyo del Ejercito contra los carlistas. Durante el primer sitio de Bilbao, en junio de 1835, varias trincaduras cooperaron en la defensa de la villa sitiada, mientras los buques del Resguardo Marítimo amenazaban a los carlistas desde Portugalete y la escuadra del comodoro Lord John Hay transportaba víveres y municiones. Cuando los carlistas se apoderaron de Guetaria (1-1-1836) la escuadra se encargó de enviar los suministros y refuerzos que permitieron mantener el castillo de San Antón en manos liberales hasta el fin de la guerra. Durante 1836, las operaciones se centraron primero en torno a San Sebastián apoyando la escuadra cristina, al mando ahora del brigadier Primo de Rivera, las salidas de la guarnición contra los sitiadores (10-2-1836). En ocasiones recibió la ayuda de los buques ingleses que desde mayo tomaron como base San Sebastián. El 29 de mayo de 1836, en una operación de gran envergadura, fuerzas liberales salidas de San Sebastián atacaron las posiciones carlistas en la derecha del río Urumea y avanzaron hasta ocupar Pasajes con apoyo de las escuadras de Lord Hay (vapores Phoenix, Salamander, Tweed y Comet y 1 trincadura) y Primo de Rivera (vapores Isabel II, Reina Gobernadora y Maceppa y 26 trincaduras y lanchas, 16 de ellas fletadas por particulares guipuzcoanos). Entre el botín cogido figuraba una trincadura carlista que fue varada y abandonada por su tripulación. Animados por el éxito, los liberales atacaron después Fuenterrabía (11-7-1836) mientras la escuadra anglo-cristina bombardeaba las posiciones carlistas, pero en esta ocasión fueron rechazados. En el segundo sitio de Bilbao, entre octubre y diciembre de 1836, la Marina jugó un papel muy importante. Desde el comienzo del sitio, los buques ingleses Ringdore y Sarracen, surtos en la ría, atacaron con su artillería a los carlistas y desembarcaron refuerzos en Portugalete y Santurce. Durante la batalla del puente de Luchana (24-12-1836), una escuadrilla cristina formada por la goleta Isabel II y 8 trincaduras y lanchas cañoneras desembarcó a las primeras tropas que tomaron el puente, protegiendo a continuación con su artillería y la de los buques ingleses el avance de las tropas liberales que consiguieron levantar el sitio. Finalizado el sitio, la escuadra anglo-cristina prosiguió sus acciones en la costa vasca. Apoyó a las tropas de tierra en la batalla de Oriamendi ( 15/16- 3-1837) y en la toma de Fuenterrabía (17-5-1837), efectuó una serie de incursiones contra Ondárroa, Motrico, Deva y Guetaria en septiembre y octubre de 1837 y atacó las posiciones carlistas de Monte Gárate en Guetaria (6-2-1838). Las subsiguientes operaciones hasta el fin de la guerra tuvieron ya menor relieve.
La Guerra Franco-Prusiana (1870-71). Entre los marinos vascos contemporáneos pocos hay que alcanzaran un puesto de mayor relieve que el almirante Jean-Bernard Jaureguiberry, un bayonés que ya se había distinguido en las campañas de Senegal, Argentina y Crimea. Al estallar la guerra entre Francia y Prusia en 1870, mandó una escuadra de evoluciones con la que tomó parte en el bloqueo de las costas alemanas. Pero, a pesar de la superioridad naval francesa, la contienda se estaba decidiendo en tierra y las naves galas volvieron a puerto para desembarcar a sus tripulaciones y formar unidades de Marina que combatieran junto al Ejército. Los marinos de Jaureguiberry se incorporaron al 2.° Ejército del Loira y al frente de ellos, Jaureguiberry consiguió desalojar a los alemanes de sus posiciones en la batalla de Patay (1-12-1870). A comienzos de 1871 tomó el mando del 16.° Cuerpo de Ejército pero en seguida se firmó la paz. Años después, durante la III República, ocupó en dos ocasiones el cargo de ministro de Marina.
El bloqueo naval al inicio de la Segunda Guerra Carlista (1872-73). El levantamiento carlista que dio comienzo a la guerra estalló en diciembre de 1872 en toda Euskalherria. Entre las primeras acciones de los sublevados estuvo la entrada en Bermeo de la partida de Goiriena que sorprendió al escampavía Nervión, apoderándose de sus armas y municiones (26-12-1872). Esta fue ya una guerra distinta, donde los barcos eran todos de vapor y sólo algunas embarcaciones menores utilizaban la vela. En 1873, la Marina liberal se hallaba en mejores condiciones que en 1833 pero tenía que distribuir sus efectivos en diversos escenarios bélicos: en el Norte y Mediterráneo contra los carlistas, frente a Cartagena contra los cantonales y en Cuba contra los insurrectos cubanos. Al Cantábrico sólo pudo destinar una reducida flotilla formada por la goleta Buenaventura, los vapores Gaditano, Ferrolano y Aspirante y varios escampavías. Luego se incorporarían la corbeta Consuelo, la goleta Concordia y el vapor Guipuzcoano, todos a las órdenes del comandante de Marina de Santander.La organización definitiva de la escuadrilla liberal no se efectuó hasta 1874. Su misión fue la misma que en la guerra anterior, impedir la llegada de armas por mar, obstaculizar la pesca en zonas carlistas y apoyar a las guarniciones costeras. Los carlistas tampoco tuvieron Marina en esta ocasión, aunque en 1874 crearon una Comandancia General de Costas, encargada de los asuntos marítimos. En 1873 los carlistas se apoderaron de casi toda la costa de Guipúzcoa y Vizcaya salvo los puertos de Guetaria, San Sebastián, Pasajes, Fuenterrabía, Portugalete y Bilbao. Casi todos los envíos de armas realizados ese año llegaron a su destino. El primero lo trajo a Motrico a finales de junio el vapor Deerhound que luego desembarcó otros cerca de Ispaster (15-7-1873) y cabo Higuer (27-7-1873). Cuando trataba de desembarcar un nuevo cargamento cerca de Fuenterrabía el 13 de agosto, fue descubierto por la Buenaventura y apresado. Otro vapor, el Orpheon, desembarcó también armas en Lequeitio (27-7- 1873 y, probablemente, 2-10-1873 también) pero se hundió poco después en Sokoa cuando iba a recoger un nuevo cargamento en Bayona. La llegada de otro vapor con armas a Ondárroa el 19 de octubre en circunstancias sorprendentes fue tomado por los carlistas como un auxilio divino. El barco, que se llamaba Ville de Bayonne, había salido cuatro días antes de Bayona y al cruzar la barra del Adour se incendió accidentalmente. La tripulación, temiendo que explotasen las municiones que transportaba, lo abandonó. El incendio, sin embargo, se extinguió por sí solo y el barco, arrastrado por las corrientes, apareció ante Ondárroa. Descubierto por los pescadores del puerto, fue remolcado hasta el muelle y allí se desembarcó rápidamente el cargamento con ayuda de todo el vecindario. Las armas y municiones llegaron en un momento decisivo, poco antes de la batalla de Montejurra; y el suceso se celebró con un solemne «Te Deum» en todas las iglesias del territorio carlista.
El sitio de Bilbao y los combates en la ría del Nervión (1873-75). Desde el primer momento, la Marina liberal prestó su apoyo a las guarniciones de Bilbao y demás pueblos de la ría, asediados por los carlistas. Las primeras acciones se produjeron en torno a Portugalete cuando la villa fue atacada por las fuerzas de Andéchaga y la goleta Buenaventura abrió fuego contra los atacantes (1-8-1873). A partir de entonces y hasta la rendición de Portugalete (21-1-1874) los encuentros entre las fuerzas carlistas instaladas en varias localidades de la ría y los buques liberales, particularmente la Consuelo, Buenaventura, Ferrolano, Gaditano y Aspirante, fueron constantes y, desde mediados de noviembre, casi diarios. En una ocasión los carlistas lanzaron una gabarra incendiada contra la Buenaventura pero no consiguieron alcanzarla ( 16- 10-1873). El 28 de diciembre los carlistas cerraron el paso por la ría cruzando cadenas y calabrotes en Zorroza. Aunque dos días después los liberales consiguieron volarlos con un torpedo conducido por una lancha de vapor, los carlistas volvieron a cerrarla enseguida. El 11 de enero la artillería carlista obligó a retirarse a los últimos buques que colaboraban en la defensa de Portugalete. En Bilbao quedó encerrado el Aspirante que sería inutilizado por una granada carlista (18-3-1874) durante el sitio de la villa. A comienzos de 1874, finalizada la rebelión cantonal, los liberales pudieron destinar nuevos elementos al Cantábrico y dar una organización definitiva a su escuadrilla. Se crearon así las Fuerzas Navales del Norte, para cuyo mando se nombró al brigadier Sánchez Barcáiztegui. Entre los elementos incorporados figuraban dos mercantes vizcaínos, el Cuatro Amigos y el Bilbao, militarizados en calidad de «avisos». Ambos naufragaron durante las operaciones en torno a Bilbao. Después de abandonar la ría, la Marina liberal se dedicó a bombardear las posiciones costeras carlistas con el fin de auxiliar al Ejército en sus intentos por levantar el sitio. La escuadra de Sánchez Barcáiztegui apoyó el ataque a las posiciones de Saltacaballo (16-2-1874), cañoneó Portugalete, Algorta, Las Arenas, Ciérvana y los montes de Somorrostro (21/25-2-1874), intentó un desembarco en Las Arenas que tuvo que suspenderse por el mal tiempo (20-3-1874), volvió a cañonear Portugalete, Santurce, Las Arenas y los montes de Somorrostro durante la batalla de San Pedro Abanto (25/27- 3-1874) y nuevamente en los últimos días del sitio (28/31- 4-1874). Una vez que los carlistas se retiraron de Portugalete, la escuadra cortó las cadenas y volvió a entrar en la ría. En adelante la ría sería sólo escenario de combates esporádicos, como la toma por los carlistas del fuerte de Axpe (12-4-1875) que la Buenaventura bombardeó hasta que los ocupantes se retiraron al día siguiente. En abril de 1875 se destinaron al río Nervión 3 cañoneros recién terminados, Arlanza, Turia y Segura, y en agosto el monitor acorazado Puigcerdá. En los últimos meses de la guerra sostuvieron frecuentes tiroteos con fuerzas carlistas para impedir que se cortara de nuevo el tráfico por la ría.
El bloqueo naval en 1874-75. El 31 de enero de 1874 el Gobierno liberal decretó oficialmente el bloqueo de la costa cantábrica desde Cabo Peñas a Fuenterrabia. Durante 1874 se agudizaron también las medidas contra la pesca; en junio el Gobierno liberal ordenó que todas las lanchas de pesca de los puertos carlistas se concentraran en Castro o Santoña y las que no lo hicieran serían apresadas, aunque dejando en libertad a sus tripulantes. A partir de abril de 1875 los pescadores vascos apresados fueron considerados prisioneros de guerra y recluidos en El Ferrol hasta el fin de la guerra. Precisamente el único «combate naval» de la guerra se produjo cuando dos lanchas de pesca armadas salidas de Ondárroa intentaron apresar al escampavía liberal Felisa que cruzaba por aquellas aguas (26-6-1874). Acudió en su ayuda la goleta Ligera y las dos lanchas, forzando los remos, se refugiaron en Deva. Al día siguiente, la Ligera bombardeó Ondárroa como represalia, pero tuvo que retirarse con bajas por el fuego que se le hizo desde el pueblo. En esta época eran frecuentes los ataques de la escuadra contra fuerzas carlistas en la costa: la goleta Prosperidad había cañoneado concentraciones de tropas carlistas en Zarauz (26-5-1874), la corbeta Consuelo en Lequeitio (30-5-1874) y Ondárroa (8-6-1874), el Guipuzcoano en Motrico (12-6-1874) y la Ligera también en Lequeitio (18-6-1874), por lo que los carlistas detuvieron en julio a varios liberales significados residentes en su territorio para responder de los daños causados y contribuir al sostenimiento de las familias de los pescadores. Los ataques cesaron. En septiembre de 1874 los carlistas crearon la Comandancia General de las Costas de Vizcaya y Guipúzcoa, bajo la dirección del brigadier Anrich para ocuparse de todos los asuntos marítimos y de la vigilancia y defensa de las costas. En 1874 prosiguieron con éxito los envíos de armas por mar. El primer intento se realizó en el bergantín Malfilatre que debía conducir un importante cargamento desde Inglaterra pero la embajada española en Londres impidió su salida trabando un pleito sobre su propiedad. Al final se vio obligada a comprarlo a un precio muy superior al pagado por los carlistas quienes, con el dinero obtenido, compraron otro vapor y lo bautizaron London. Se encargó de su mando el capitán americano Jefferson. Guiado por varios pilotos vizcaínos desembarcó en Bermeo 27 cañones traídos de Estados Unidos (9-7-1874), el mayor alijo de armas recibido en toda la guerra. En viajes posteriores desembarcó 16 cañones más en Motrico (2-10-1874) y otros 14 en Ondárroa (4-2-1875) y aun se le atribuyeron otros desembarcos en junio y noviembre de 1875, permaneciendo el barco al servicio de los carlistas hasta el fin de la guerra. Otro vapor más, el Nieves, matriculado en Bilbao y con tripulación vizcaína bajo el mando de su armador, Pedro Aldamiz, desembarcó también 6 cañones y otras armas cerca de cabo Higuer (14-10-1874) pero fue sorprendido cuatro días más tarde frente a Fuenterrabía y capturado en aguas de Sokoa por el Guipuzcoano, violando la neutralidad francesa.
Los bombardeos de la costa vasca y el fin de la Segunda Guerra Carlista (1875-76). El 24 de mayo de 1875 una batería carlista situada en Motrico lanzó unos disparos contra el Ferrolano. Sánchez Barcáiztegui decidió realizar un reconocimiento para localizar la batería y salió con el vapor Colón, la Africa y el Ferrolano. Al llegar ante Motrico y Deva, las baterías carlistas abrieron fuego, alcanzando al Ferrolano y al Colón, resultando muerto en el acto Sánchez Barcáiztegui (26-5-1875). El Gobierno de Madrid nombró para sustituirle el contralmirante Polo de Bernabé y acordó entonces el bombardeo sistemático de los puertos carlistas de Vizcaya y Guipúzcoa. Con este fin específico se reforzó la escuadra con la fragata acorazada Vitoria, el mayor buque de guerra que tenía la Marina española y prácticamente inmune a la artilleria que poseían los carlistas. La defensa de la costa se encomendó al brigadier Anrich que situó baterías en Zarauz, Deva, Motrico, Lequeitio, Elanchove, Mundaca y Bermeo y destinó para sostenerlas y prevenir desembarcos al Batallón Distinguido de Jefes y Oficiales. Durante tres meses los buques liberales, en especial la Vitoria, bombardearon con saña las poblaciones costeras vascas causando innumerables destrozos. De forma resumida los bombardeos fueron los siguientes (entre paréntesis se indican las granadas lanzadas):
En total la Vitoria lanzó más de 1.700 granadas sobre los pueblos costeros sin sufrir más que una decena de heridos por la artillería costera. Los carlistas respondieron a estos ataques bombardeando San Sebastián y Pasajes, primero de forma esporádica entre julio y septiembre y luego de forma sistemática desde el 29 de septiembre hasta el fin de la guerra. En varias ocasiones los buques surtos en Pasajes se vieron obligados a guarecerse tras las rocas o fueron alcanzados por la artillería carlista. En enero de 1876, el Ejército alfonsino lanzó la ofensiva final contra el territorio carlista. La Marina colaboró desembarcando tropas en Guetaria por la noche (26-1-1876) que al día siguiente atacaron y ocuparon las trincheras carlistas de Monte Gárate. Las últimas fuerzas carlistas se rindieron el 2 de marzo y el 13 de mayo fueron disueltas las Fuerzas Navales del Norte.
- 25-6-75. La Vitoria bombardea Motrico (72).
- 26-6-75. La Vitoria bombardea Mundaca (25) y Bermeo (78).
- 7-7-75. La Vitoria bombardea Mundaca y Bermeo (92 en total).
- 8-7-75. La Vitoria bombardea Lequeitio (52) y Ondárroa (40).
- 21-7-75. La Vitoria bombardea Motrico (103); La Consuelo bombardea Bermeo (82); La Concordia y el Fernando el Católico bombardean Lequeitio.
- 22-7-75. El Ferrolano bombardea Orio; La Vitoria bombardea Ondárroa (36) y Zarauz (54); El Fernando el Católico bombardea Lequeitio (50 entre el 21 y el 22).
- 23-7-75. La Vitoria bombardea Deva (14), Motrico (17), Ondárroa (37), Lequeitio (12) y Elanchove (11); La Consuelo bombardea Bermeo por la noche.
- 24-7-75. El Ferrolano y Fernando el Católico bombardean Bermeo, Mundaca y Ondárroa; La Vitoria bombardea Ondárroa, Lequeitio y Zarauz (92 en total).
- 26-7-75. La Vitoria bombardea Motrico y Deva (27 en total); La Consuelo, Fernando el Católico y Ferrolano bombardean Lequeitio, Mundaca y Bermeo.
- 27-7-75. El Fernando el Católico bombardea Lequeitio, Ondárroa y Elanchove; El Ferrolano bombardea Lequeitio; La Vitoria bombardea Zarauz.
- 28-7-75. La Vitoria bombardea Lequeitio.
- 29-7-75. La Sirena bombardea Elanchove y Lequeitio; La Vitoria bombardea Elanchove. 11-8-75. La Vitoria bombardea Lequeitio (34).
- 12-8-75. La Vitoria bombardea Elanchove.
- 13-8-75. La Vitoria bombardea Ondárroa y Zarauz.
- 14-8-75. La Vitoria bombardea Deva. 16-8-75. La Vitoria bombardea Elanchove (34).
- 17-8-75. La Vitoria bombardea Bermeo y Mundaca (40 en total).
- 18-8-75. La Vitoria bombardea Lequeitio (56).
- 30-8-75. La Vitoria bombardea Bermeo (29).
- 1-9-75. La Vitoria bombardea Ondárroa (25).
- 2-9-75. La Vitoria bombardea Elanchove (25).
- 3-9-75. La Vitoria bombardea Motrico.
- 4-9-75. La Vitoria bombardea Zarauz (45).
- 6-9-75. La Vitoria bombardea Ondárroa (24).
- 7-9-75. La Vitoria bombardea Zarauz (48).
En total la Vitoria lanzó más de 1.700 granadas sobre los pueblos costeros sin sufrir más que una decena de heridos por la artillería costera. Los carlistas respondieron a estos ataques bombardeando San Sebastián y Pasajes, primero de forma esporádica entre julio y septiembre y luego de forma sistemática desde el 29 de septiembre hasta el fin de la guerra. En varias ocasiones los buques surtos en Pasajes se vieron obligados a guarecerse tras las rocas o fueron alcanzados por la artillería carlista. En enero de 1876, el Ejército alfonsino lanzó la ofensiva final contra el territorio carlista. La Marina colaboró desembarcando tropas en Guetaria por la noche (26-1-1876) que al día siguiente atacaron y ocuparon las trincheras carlistas de Monte Gárate. Las últimas fuerzas carlistas se rindieron el 2 de marzo y el 13 de mayo fueron disueltas las Fuerzas Navales del Norte.
Las operaciones en la costa guipuzcoana (1874-75). Una vez acabado el sitio de Bilbao, las operaciones de la escuadra liberal tuvieron por escenario la costa guipuzcoana. Cuando los carlistas sitiaron y bombardearon Irún (4-11-1874), entre sus defensas figuraban una lancha cañonera, dos trincaduras de vela y dos escampavías, incorporándose poco después otra lancha más. La escuadra se encargó de trasladar tropas desde Santander a San Sebastián que acudieron en socorro de Irún y obligaron a los carlistas a levantar el sitio (11-11-1874). Durante las operaciones en la línea del Oria, la corbeta Africa, la goleta Caridad y los vapores Ferrolano y Guipuzcoano protegieron el avance de las tropas liberales con ataques a las posiciones carlistas en la boca del río y en los pueblos de Zarauz y Zumaya (29-1/4-2-1875). El 12 de mayo los carlistas sitiaron Guetaria y comenzaron a bombardearla desde Monte Gárate. Al día siguiente acudió en su auxilio Sánchez Barcáiztegui con las corbetas Africa y Consuelo, el cañonero Segura y los vapores Gaditano y Nieves. Sostuvo un fuerte cañoneo con las baterías carlistas pero no consiguió levantar el sitio. Un día más tarde se retiró la escuadra y pocos días después las fuerzas liberales se replegaron de la línea del Oria.
El auge de las navieras vizcaínas (siglos XIX y XX). El comienzo de esta nueva etapa para la Marina mercante vasca viene marcado por la desaparición del Consulado de Bilbao en 1829, sustituido a partir de 1830 por la Junta de Comercio bilbaína. Hasta el último cuarto del siglo XIX, la Marina mercante vasca se mantuvo en unos límites relativamente modestos. Se produjo un cierto resurgimiento gracias al empuje de numerosos astilleros de construcción de barcos de madera (más de un millar de estos barcos se construyeron en astilleros bilbaínos entre 1841 y 1874) pero pronto volvió a decaer con la aparición de los barcos de casco de hierro propulsados por máquinas de vapor. Casi todos esos astilleros tuvieron que cerrar en las últimas décadas del siglo XIX. La expansión definitiva de la Marina vasca llegaría con la explotación intensiva de las minas de hierro vizcaínas. Desde mediados de siglo y muy especialmente una vez concluida la Segunda Guerra Carlista, la demanda de hierro no fosforado de la siderurgia europea condujo a una explotación intensiva de la cuenca minera vizcaína. La mayor parte del mineral se destinaba a la exportación, especialmente a Inglaterra, trayendo en el flete de vuelta el inmejorable carbón inglés. Este tráfico mercante en constante ampliación provocó un fuerte crecimiento de la Marina mercante vizcaína. El tonelaje bruto de los barcos matriculados en Bilbao, que en 1849 era de sólo 36.001 toneladas, en 1882 ascendía a 65.775 toneladas (el 25 % de la flota mercante española) y en 1900 alcanzaba las 304.948 toneladas que representaban nada menos que el 52,70 % del tonelaje total de la Marina mercante española. A comienzos del siglo XX existían en Bilbao por encima de una veintena de compañías navieras, entre las que destacaban la Marítima Unión (fundada en 1895), la Naviera Vascongada (en 1899), la Naviera Bachi (en 1901), la Marítima del Nervión (en 1907), ... y muy especialmente la Compañía Naviera Sota y Aznar, constituida como Sociedad Anónima en 1906, aunque surgida inicialmente en 1890 como un consorcio de empresas con la particularidad de que cada uno de sus buques formaba una sociedad anónima. Paralelamente, la explotación del hierro y el auge del tráfico marítimo hizo necesaria la ampliación del puerto de Bilbao, que se convirtió en uno de los principales puertos europeos, y favoreció la concentración de la industria siderúrgica en Vizcaya impulsando a la vez, en el terreno de la construcción naval, la fundación de astilleros de buques de casco de hierro como los Astilleros del Nervión (fundados en 1888 para la construcción de tres cruceros-acorazados que acabarían hundidos en Santiago de Cuba en 1898), la Compañía Euskalduna de Construcción y Reparación de Buques (creada en 1900 por iniciativa de Sota y Aznar) y la Sociedad Española de Construcción Naval (fundada en Madrid en 1908 e instalada en Sestao en 1916). El período de mayor auge de las navieras vizcaínas se produjo durante la Primera Guerra Mundial gracias al precio desorbitado que alcanzaron los fletes. Sin embargo, finalizada la guerra y restablecidas las condiciones normales de navegación marítima, el precio de los fletes sufrió un fuerte descenso sumiendo en una grave crisis a la Marina mercante vizcaína durante los años veinte y treinta, aunque la matrícula de Bilbao siguió siendo, con gran diferencia, la que mayor número de buques tenía registrados en el conjunto de la Marina mercante española. En Guipúzcoa el crecimiento de la flota mercante no alcanzó los niveles de Vizcaya aunque también se crearon algunas navieras importantes, principalmente en el sector pesquero, como «Pesquerías y Secaderos de Bacalao de España» (PYSBE), fundada en San Sebastián en 1927, dedicada en exclusiva a la pesca del bacalao en Terranova e Islandia, recuperando la vieja tradición vasca de unos siglos atrás.
La Guerra Hispano-Norteamericana (1898). En la guerra entre España y Estados Unidos, disputada en Cuba y Filipinas en 1898, tomaron parte activa tres cruceros-acorazados construidos por los Astilleros del Nervión unos años antes: el Vizcaya, el Almirante Oquendo y el Infanta María Teresa. El Vizcaya y el Oquendo llevaban en los mascarones de proa los escudos provinciales de Vizcaya y Guipúzcoa y las banderas de combate habían sido regaladas por las respectivas Diputaciones. Los tres cruceros formaron parte de la escuadra del almirante Cervera que fue destruida en Santiago de Cuba (3-7-1898). Todos los barcos resultaron hundidos en el combate y muchos de sus tripulantes, entre los que estaba el comandante del Oquendo, Juan Bautista Lazaga y Garay, murieron. También la flota mercante vasca sufrió algunas bajas durante la guerra. Barcos de guerra norteamericanos apresaron en el Caribe a los vapores de la Compañía Larrínaga, Buenaventura y Saturnina. El Buenaventura era precisamente el primer barco de vapor que había tenido la Marina mercante vasca y su captura el 22 de abril fue particularmente sonada por haberse efectuado tres días antes de la declaración oficial de guerra. Pese a las protestas de su capitán y sus armadores fue declarado buena presa y pasó a la flota mercante norteamericana.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918). La Primera Guerra Mundial, en la que España se mantuvo neutral, fue un período de pingües beneficios para la Marina mercante vasca. La guerra submarina desatada por Alemania contra las Potencias Aliadas, especialmente Inglaterra, para asfixiar su comercio e impedir la llegada de suministros hizo que el precio de los fletes se elevara hasta un 1.500 ó un 1.700 % en 1917 y que el tráfico mercante se realizara preferentemente a través de banderas neutrales. Las principales navieras vascas operaron durante toda la guerra al servicio de los aliados destacando entre todas Sota y Aznar, hecho que le valió a su presidente, Ramón de la Sota, el título de «Comendador de la Orden del Imperio Británico» concedido por el rey Jorge V. Pero esta colaboración costó también un alto precio de bajas humanas y materiales a la Marina vasca, principalmente por la acción de los submarinos alemanes. Al comenzar la guerra; la Marina vasca representaba el 70 % de la de todo el Estado. En la guerra se perdieron un total de 72 buques de bandera española, de ellos más del 80 % de matrícula vasca. Abrió la lista el Isidoro, torpedeado en el canal de St. George el 17 de agosto de 1915, y la cerró el vapor de Sota Atxerri-Mendi, torpedeado el 29 de agosto de 1918. El mayor de los buques hundidos fue otro mercante vasco perteneciente a «Arróstegui y Compañía» de Bilbao, el Santanderino, de 5.400 toneladas, torpedeado por un submarino alemán a 18 millas de Ouessant cuando iba de Liverpool a Bilbao (8-4-1916). En numerosas ocasiones los hundimientos de buques iban acompañados de pérdidas de vidas humanas como en el caso de los mercantes de Sota y Aznar Algorta (29-1-1917), Lalen-Mendi (17-11-1917), Arno-Mendi (12-3-1918) y Axpe-Mendi (7-6-1918) cuyos hundimientos costaron la vida a 24 marinos. Un caso singular se produjo con el vapor de Sota Igotz-Mendi, al mando del capitán portugalujo Quintín de Uralde. Fue capturado el 10 de noviembre de 1917 por el corsario alemán Wolf cuando llevaba carbón inglés de Lourenço Marques a Colombo. En Bilbao, al no recibirse noticias del mercante, se le dio por desaparecido y a la tripulación por muerta. Pero el Igotz- Mendi no fue hundido; con una dotación de presa alemana, acompañó al corsario que pudo aprovechar así el carbón que transportaba. Juntos pasaron el cabo de Buena Esperanza y entraron en el Atlántico rumbo a Alemania. El Igotz-Mendi bordeó las costas de Islandia y Noruega pero al entrar en el estrecho de Kattegat, el barco varó en la costa danesa y se perdió (24-2-1918). Todos los prisioneros quedaron a salvo y la tripulación vasca «resucitó». Además de los ataques al tráfico, los submarinos alemanes se dedicaron también a bombardear con su artillería objetivos costeros alejados de los frentes de guerra. La costa labortana sufrió en una ocasión un ataque de este tipo cuando un submarino cañoneó las Forjas de Boucau.
La Marina vasca en la Guerra Civil Española (1936-39). En 1936 los buques mercantes de matrícula vasca eran mayoría dentro de la Marina mercante española que alcanzaba 1.180.000 toneladas de registro bruto, repartidas en cerca de un millar de buques de más de 100 toneladas. Entre las navieras vascas destacaba Sota y Aznar (la primera del Estado con 49 buques y 171.991 toneladas), la Marítima del Nervión (7 barcos y 33.353 tn.), Altos Hornos de Vizcaya (7 buques y 20.548 tn.), PYSBE (6 barcos y 7.299 tn.), Naviera Vascongada (9 buques y 28.076 tn.), Naviera Amaya (8 buques y 24.961 tn.), Vasco Asturiana (4 buques y 10.435 tn. ), Marítima Unión (6 buques y 24.502 tn.), Naviera Bachi (6 buques y 32.500 tn.), Naviera Guipuzcoana (5 buques y 17.051 tn.) y otras menores. Un buen número de barcos permanecía amarrado en Bilbao debido a la crisis del mercado de fletes. Al estallar la rebelión militar, la mayoría de los buques y personal de la Marina vasca permaneció fiel a la legalidad republicana. Los sublevados apenas consiguieron apoderarse del 15 % de la flota mercante, una parte de ella de la matrícula de Bilbao. En ambos bandos se utilizaron tanto para el trabajo civil- en el caso de los rebeldes bajo bandera alemana o italiana para evitar su detención- como en misiones auxiliares de la Armada en calidad de cruceros auxiliares o transportes armados. El mismo doble uso se dio también a los barcos pesqueros. Una vez aprobado el Estatuto de Autonomía de 1936 que atribuía al País Vasco «la función ejecutiva de la legislación del Estado en materia de Marina mercante y personal marítimo» (art. 12), el Gobierno Vasco, a través de la consejería de Industria, asumió la gestión de la Marina civil. Se crearon la Dirección General de la Marina Mercante y la de Pesca. Entre las primeras disposiciones dictadas por su consejero, Santiago Aznar, figuraba una, ordenando izar la ikurriña en la proa de todos los buques de la Marina mercante (18-10-1936). Para colaborar con las Fuerzas Navales republicanas del Cantábrico, el Departamento de Defensa del Gobierno Vasco organizó por su parte la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi, incautándose de los barcos de PYSBE (30-10-36) y creando el voluntariado de Personal de Mar (4-11-36). La Marina de Guerra Auxiliar dejó de existir en agosto de 1937 después de la evacuación de Santander. La mayoría de los buques mercantes buscaron refugio en puertos ingleses y franceses. El Gobierno Vasco fundó entonces en Londres (21-7-37) la naviera Mid-Atlantic Shipping Co. que se encargó de su administración hasta el fin de la guerra. La Marina vasca perdió muchos de sus buques durante la contienda, algunos incluso por acción de buques italianos que operaban secretamente a favor de los rebeldes, como el Conde de Abásolo torpedeado en el Mediterráneo por el destructor Ostro ( 13-8-37) o al Armuru hundido en el Egeo por el submarino Ferraris ( 18-8-37). Acabada la guerra, los restos de la Marina vasca fueron entregados a las nuevas autoridades franquistas. El personal de la Marina mercante fue también militarizado durante la guerra para cubrir la escasez de oficiales, especialmente en la Armada republicana. Además de los que sirvieron en el Voluntariado del Mar del Gobierno de Euzkadi -todos procedentes de la Marina mercante- eran vascos la mayoría de los oficiales inscritos en la Reserva Naval republicana. En 1938, desaparecido al frente Norte, fueron muchos también los marinos vascos que ingresaron en el Cuerpo de Carabineros del Mar a instancia del Gobierno vasco instalado en Barcelona.
La guerra en el Cantábrico antes del Estatuto (1936). Al comenzar la guerra civil en julio de 1936, la mayor parte de las unidades de la Marina de Guerra existentes en el Cantábrico quedaron en manos de los sublevados cuando se apoderaron de El Ferrol. Allí capturaron el acorazado España, los cruceros Almirante Cervera, Canarias y Baleares, el destructor Velasco y otros buques menores. Del lado republicano sólo quedó el Torpedero 3 con base en Pasajes que tomó parte en los combates contra los elementos sublevados en San Sebastián, bombardeando sus posiciones en el Hotel María Cristina (22-7-36). Las fuerzas navales rebeldes en el Cantábrico se organizaron en torno al España, Cervera y Velasco junto con algunos mercantes y pesqueros armados; en marzo se incorporó el minador Júpiter, mientras el Canarias y Baleares sólo efectuaron algunas breves apariciones. Su superioridad naval permitió a los alzados actuar sin oposición durante los primeros meses de la guerra: el Velasco bombardeó los depósitos de la CAMSPA en Santurce (16-8- 36) y sembró minas ante Bilbao (24-9-36); el España, Cervera y Velasco bombardearon la costa guipuzcoana desde San Sebastián a la frontera (15-8 a 5-9-36) en apoyo de las fuerzas de tierra y, con ayuda de pesqueros armados, se dedicaron a interceptar el tráfico marítimo con los puertos republicanos del Cantábrico, apresando o hundiendo a los mercantes Arriluce (20-8-36), Konstan (26-8-36), Ulia (7- 9-36), ... La ocupación de Guipúzcoa por las tropas de Mola aceleró el envío al Norte de la Flota republicana. Su sola presencia en el Cantábrico, entre el 24 de septiembre y el 13 de octubre, frenó la ofensiva rebelde. Su actividad bélica fue sin embargo muy escasa limitándose a algunos bombardeos costeros en la zona de Deva (27-9-36) y Ondárroa (10-10-36). A su marcha quedaron en Bilbao el destructor José Luis Díez y los submarinos C-2 y C-5; con ellos y el Torpedero 3 se organizaron las Fuerzas Navales del Cantábrico, encargadas de disputar el dominio del Cantábrico a los buques franquistas. Sin embargo su eficacia se vio muy mermada por la escasez de oficiales y la presencia a bordo de los buques republicanos de numerosos oficiales simpatizantes de los alzados. Los barcos franquistas pudieron reanudar tranquilamente su campaña con nuevas capturas de mercantes vascos como el Galerna (15-10-36), Manu (30- 10-36), ... y un nuevo minado de Bilbao por el Velasco (31- 10-36).
Las operaciones en Vizcaya (1936-37). La inoperancia de las unidades navales republicanas decidió al Gobierno Vasco, constituido en octubre de 1936, a crear su propia Marina de Guerra. Nació así la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi con la misión de asegurar el ejercicio de la pesca y el tráfico mercante en aguas territoriales y mantener libres de minas submarinas los accesos a los puertos vascos. Se encargó de su organización Joaquín de Egia y Untzueta, quien formó un grupo de barcos pesqueros artillados conocidos popularmente como «los bous» y una flotilla de dragaminas. Los bous fueron bautizados con los nombres de Araba, Bizkaya, Gipuzkoa, Nabara, Donostia, Goizeko-Izarra, Iparreko-Izarra, Gazteiz e Iruña; estos dos últimos no llegaron a estar armados. La flotilla de dragaminas llegó a tener hasta 24 dragaminas a finales de mayo, denominados D-1 a D-24, a los que auxiliaron 6 lanchas numeradas L-1 a L-6 y varias canoas automóviles (v. MARINA DE GUERRA AUXILIAR DE EUZKADI). El peso de la campaña naval en Vizcaya recayó principalmente sobre estos buques. Combatieron con el Velasco (15-11-36 y 8-1- 37), detuvieron a los mercantes alemanes Pluto (20-12-36) y Palos (23-12-36), barrieron las minas sembradas frente a Bilbao, escoltaron a los buques mercantes que se dirigían a los puertos de la ría y llegaron a enfrentarse con el crucero Canarias cuando éste interceptó un convoy al que daban escolta (5-3-37). Este encuentro, conocido como combate de cabo Matxitxako acabó con el sacrificio heroico del bou Nabará (r doble) y la captura del mercante Galdames por el Canarias (v. MATXITXAKO). Los buques republicanos, en cambio, permanecieron frecuentemente en puerto con constantes reparaciones. El comandante del submarino C-5 llegó a hundir su barco con toda la tripulación cuando intentaba pasarse al enemigo (30-12-36). Al comenzar la ofensiva de Vizcaya en la primavera de 1937, el Gobiemo franquista decidió formalizar el bloqueo de Bilbao. Gran Bretaña y Francia no lo reconocieron y enviaron buques de guerra a la zona para impedir la detención de sus mercantes, con lo que se redujo considerablemente la eficacia del bloqueo. El crucero Cervera y otros barcos menores apoyaron la ofensiva de las tropas de Mola con bombardeos de la costa vizcaína (8/11- 4-37). En abril y mayo llegaron a Bilbao el destructor Císcar y los submarinos C-4 y C-6 para reforzar a las Fuerzas Navales del Cantábrico, al tiempo que los franquistas minaron de nuevo el Abra bilbaína (29-4 y 1-5-37). La pérdida del acorazado España, hundido al chocar con una mina propia cerca de Santander (30-4-37) no redujo la actividad de los buques rebeldes. El mismo día, tropas italianas entraron en Bermeo. Aquí se produjo una de las pocas operaciones conjuntas entre la Marina vasca y la republicana cuando el Císcar y los bous vascos Gipuzkoa y Bizkaya bombardearon la localidad para apoyar un contrataque de los gudaris por tierra (1-5-37). El 6 de mayo se inició la evacuación por mar de la población civil. Desde esa fecha hasta el 15 de junio, decenas de miles de refugiados, muchos de ellos niños, fueron evacuados a Francia, Inglaterra, la Unión Soviética y otros países bajo la protección de buques ingleses y franceses. La inoperancia de los barcos republicanos hizo que el Gobierno Vasco, a petición del jefe de las Fuerzas Navales del Cantábrico, se apoderara de los destructores Císcar y José Luis Díez (31-5-37). Sus tripulaciones fueron sustituidas por personal de la Marina de Guerra de Euskadi y, a los pocos días, volvieron a estar activos realizando misiones de escolta y sosteniendo un encuentro sin consecuencias con el Cervera (10-6-37). Al acercarse los rebeldes a la capital vizcaína después de romper el «Cinturón de Hierro» que la defendía, todos los buques en disposición de navegar abandonaron el puerto. El Císcar, José Luis Díez y muchos mercantes y pesqueros marcharon a Francia, los barcos de la Marina Auxiliar de Euzkadi, los submarinos, el Torpedero 3 y un buen número de barcos pesqueros se refugiaron en puertos cántabros. Bilbao cayó el 19 de junio. En la ría quedaron hundidos o abandonados algunos mercantes y pesqueros y también los bous Araba e Iruña.
La Guerra Civil después de la caída de Bilbao (1936-1937). En Santander, la Marina de Guerra vasca tuvo que ceder sus barcos a las Fuerzas Navales del Cantábrico y parte de sus tripulaciones fueron sustituidas por santanderinos. A su regreso a la Península también desembarcaron la mayoría de las tripulaciones vascas del Císcar y José Luis Díez, volviendo a embarcar sus antiguas dotaciones. Estos destructores aún sostuvieron algunos encuentros más con buques franquistas (10 y 11-8-37) sin resultados significativos. La pérdida de Santander en agosto y la de Asturias en octubre terminó con la guerra en el Cantábrico. De los buques republicanos escaparon a Francia el C-4 (29-8-37) y el C-2 (1-9-37) y a Inglaterra el José Luis Díez (31-8-37) y fueron hundidos en Gijón, por la aviación, el C-6 y el Císcar (18 y 19-10-37), escapando a Francia sus tripulantes en el Torpedero 3 (20-10-37). Los buques de la antigua Marina de Guerra vasca pasaron a Francia en agosto, salvo algunos dragaminas que lo hicieron en octubre después de limpiar minas en Santander y Asturias; en Francia quedaron internados hasta el fin de la guerra. Los submarinos regresaron a Cartagena en 1938. También lo intentó el José Luis Díez, una vez reparado en La Havre. Salió de allí el 20 de agosto de 1938 con una tripulación renovada en la que la mayoría de los oficiales y buena parte de la tripulación eran vascos. Pero el barco fue interceptado siete días después en el Estrecho por la Flota franquista y obligado a entrar en Gibraltar. Al intentar salir fue interceptado de nuevo y obligado a embarrancar (30-12-38). Muchos vascos, especialmente oficiales mercantes, sirvieron en los buques de la Armada republicana y participaron con ellos en las operaciones que tuvieron lugar en el Mediterráneo, en el hundimiento del Baleares, en las acciones de los submarinos, ... De todos los buques de la Marina de Guerra republicana hubo uno en el que la mayoría de la tripulación era vasca, el Tramontana. Era un antiguo barco de la PYSBE enviado del Norte al Mediterráneo para realizar una misión muy especial, trasladar oro del Banco de España desde Cartagena a Marsella para pagar las compras de armas. Hizo cuatro viajes de este tipo en 1936-37 y luego fue empleado como transporte armado. En 1939 parte de su dotación se trasladó al yate Vita, también con mandos y tripulación vascas. Este barco fue el encargado de conducir a México el tesoro de la República en los últimos días de la Guerra Civil.
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Nuevamente el Gobierno español permaneció neutral en la segunda de las Guerras Mundiales a pesar de su simpatía política hacia Alemania e Italia. Esta afinidad política, con los países del Eje, que no tenían el dominio del mar, y el estado en que había quedado la Marina mercante tras la guerra civil hicieron que no se repitieran las condiciones de la Primera Guerra Mundial. Durante la contienda, los barcos de matrícula vasca volvieron a caer víctimas de los submarinos y minas de uno y otro bando. A pesar del alineamiento político del régimen de Franco con Alemania e Italia, fueron precisamente submarinos alemanes e italianos los que causaron mayor número de bajas a la Marina mercante del Estado español. El primer barco hundido fue el mercante vasco Banderas, de la Naviera Vascongada, hundido cerca de cabo Villano por el submarino alemán U-53 ( 18-2-40), y fue otro mercante vasco, el Monte Gorbea, de la Naviera Aznar, el que sufrió el mayor número de bajas en un ataque, cuando fue torpedeado y hundido en el Caribe por el submarino alemán U-512, pereciendo 52 de las 79 personas que iban a bordo ( 19-9-42). Muchos marinos vascos exiliados sirvieron a bordo de los mercantes aliados por todos los mares y alguno incluso en las Marinas de Guerra aliadas. Hubo vascos en los desembarcos en Guadalcanal, en Iwo Jima y en otras islas del Pacífico, en las operaciones en el Indico, en el tráfico petrolero por el Caribe, en el Atlántico, en el Mediterráneo, en el desembarco de Normandía, en los raids contra la costa yugoslava, ...
El Batallón de Fusileros Marinos (1941-1942). En junio de 1940, Francia, derrotada, tuvo que pedir el armisticio con Alemania. Las fuerzas aliadas que combatían en suelo francés se vieron obligadas a retirarse a Inglaterra. Más de 19.000 soldados, en su mayoría polacos, fueron evacuados a puertos ingleses desde Bayona y San Juan de Luz entre el 19 y el 25 de junio antes de que llegaran las tropas de ocupación alemanas. También se retiraron a puertos ingleses algunos barcos y marinos franceses que rechazaron el armisticio. Con ellos se organizaron las Fuerzas Navales Francesas Libres (1-7-40) para seguir la lucha contra Alemania al lado del general De Gaulle. En las F. N. F. L. sirvieron unos pocos marinos vascos refugiados en Francia e Inglaterra después de la Guerra Civil. Por primera vez en casi siglo y medio, vascos del Norte y del Sur volvieron a luchar juntos en el mismo bando. Incluso se llegó a crear una unidad vasca dentro de las F. N. F. L. Esta unidad era «Le 3.ª Bataillon de Fusiliers Marins», nacido el 22 de agosto de 1941 como fruto de un acuerdo firmado meses antes en Londres entre un representante del general De Gaulle y otro del Consejo Nacional Vasco organizado allí por Manuel de Irujo. Se designó para mandarlo al teniente coronel Servando Marenco, con el grado de capitán de corbeta, y se le entregó como estandarte una bandera con el árbol de Guernica y las cadenas de Navarra. Unicamente llegó a formarse una pequeña unidad de 100 hombres, procedentes en su mayoría de las colonias vascas de América del Sur y de los refugiados en Inglaterra, porque las presiones de los ingleses que querían evitar cualquier acción que pudiera animar al Gobierno de Franco a entrar en guerra, obligaron a disolver la unidad el 23 de mayo de 1942 sin haber llegado a entrar en combate. Sus componentes pasaron entonces a otras unidades de las Fuerzas Navales y del Ejército de la Francia Libre actuando en ellos hasta el fin de la guerra.
La crisis de la Marina mercante y de pesca (siglo XX). La Guerra Civil y, en menor medida, la Segunda Guerra Mundial provocaron gran número de pérdidas entre los buques de matrícula vasca. Algunas navieras desaparecieron y otras sufrieron transformaciones. Sota y Aznar se convirtió en la Naviera Aznar al ser despojado Sota de su participación en la sociedad por el apoyo dado al Gobierno Vasco durante la Guerra Civil: En la posguerra, Vizcaya mantuvo su hegemonía en la matriculación de buques y la Naviera Aznar llegó a ser la más importante del Estado hasta la crisis de los años 70, monopolizando prácticamente el transporte de cabotaje. También procedía de Vizcaya, como ya era tradicional desde antes de la guerra, la mayor parte de la oficialidad de la Marina mercante española y Bilbao se situaba entre los primeros puertos de la Península por su tráfico mercante. En Guipúzcoa destacaba el puerto de Pasajes, que tenía en 1960 la segunda flota pesquera de España y la mayor en cuanto al número de bacaladeros. En Laburdi, Bayona se convertía en un importante puerto de exportación de azufre y San Juan de Luz en el primer puerto sardinero de Francia y luego en el primero por sus capturas de atún. Pero la pujanza marítima y pesquera vasca se ha visto truncada radicalmente desde finales de los años 70. Las fuertes subidas de los combustibles a partir de 1974 han puesto de manifiesto una grave crisis estructural producto del minifundismo empresarial, el reducido tonelaje y la obsolescencia de las embarcaciones. A estos problemas se han unido además, en el sector pesquero, las fuertes restricciones sufridas en los caladeros tradicionales de la flota vasca, especialmente en Canadá, la Comunidad Económica Europea, Estados Unidos y Noruega. En el caso de Iparralde los problemas se han complicado con la próxima desaparición del azufre y las escasas dimensiones del puerto de San Juan de Luz. La Marina mercante y de pesca vasca se enfrenta así ahora a un futuro sombrío y lleno de incertidumbre pero es de esperar que la vitalidad marítima del pueblo vasco, vuelva a recuperar su pulso normal en la línea de las tradiciones que han impregnado su historia durante cerca de diez siglos.
Acciones de ETA y otros grupos armados contra la Marina de Guerra española. Los primeros atentados de ETA contra la Marina de Guerra española se planearon ya en los años 60 con un intento fracasado de colocar un explosivo en el yate Azor del general Franco durante una estancia en San Sebastián. En otro atentado, realizado el 20 de diciembre de 1973, resultó muerto el almirante Luis Carrero Blanco, aunque el hecho se debió a su condición de presidente del Gobierno español y no a la de marino. En realidad no fue hasta finales de los años 70 y comienzos de los 80 en que ETA, particularmente la rama «militar», inició sus ataques de forma sistemática contra la Marina española en el marco de sus acciones contras las Fuerzas Armadas y de Orden Público. Las primeras acciones aisladas de la organización armada en 1978-79 dieron paso luego a un ataque sistemático contra la Marina a raíz de su implicación directa en la lucha contra ETA. La Marina española participó ya en la lucha contra ETA en el verano de 1980, cuando unidades de la Armada se dedicaron a patrullar en las proximidades de la cala Basordas para prevenir una acción contra la central nuclear de Lemóniz desde el mar. Pero fue el 23 de marzo de 1981, en la dinámica de los hechos que siguieron al fallido intento de golpe de estado del teniente coronel Tejero, cuando el Gobiemo español acordó que las Fuerzas Armadas colaborarían con las de Orden Público en la lucha contra ETA. Por parte de la Marina se enviaron a Pasajes la fragata Vicente Yáñez Pinzón, 2 guardacostas, 4 patrulleros y 1 helicóptero para realizar labores de vigilancia costera entre Santander y el Bidasoa. También fueron frecuentes, a partir de esa fecha; las visitas de buques de guerra a los puertos de Pasajes y Santurce y las maniobras navales en aguas del Cantábrico. El 11 de septiembre la Vicente Yáñez Pinzón fue sustituida por el destructor Marqués de la Ensenada pero, tres semanas más tarde, una carga explosiva colocada por buceadores de ETA (militar), mientras estaba atracado en Santander, lo dejó fuera de servicio y hubo de permanecer en reparación durante varios meses. La fragata Vicente Yáñez Pinzón volvió a encabezar las tareas de vigilancia. Después de mayo de 1982 estas labores de vigilancia, que no habían dado ningún resultado tangible, disminuyeron en intensidad y acabaron por suprimirse. Las acciones de ETA (militar) contra la Marina revistieron generalmente la forma de atentados contra el personal y contra edificios de la Armada. Además ETA (militar) llegó a formar un grupo de submarinistas para actuar contra buques e instalaciones marítimas que fue el autor del ataque contra el Marqués de la Ensenada y otros similares. ETA (político-militar) y luego ETA-VIII Asamblea, por su parte, reivindicaron la colocación de varios explosivos en Comandancias de Marina y un intento fallido de destruir una patrullera en Pasajes con una embarcación dirigida por control remoto. Finalmente, un grupo desconocido denominado «Gatazka» fue, al parecer, el autor del hundimiento de otra patrullera en Fuenterrabía. La relación cronológica de estas acciones es la siguiente:
- 3-10-78. Atentado de ETA (m) en Bilbao contra el 2.° comandante de Marina que resulta muerto.
- 26-10-78. Un comando de ETA (m) asalta la Comandancia de Marina del Bidasoa en Fuenterrabía y se apodera de armas y municiones.
- 14-6-79. ETA (pm) hace estallar una bomba en la Comandancia de Marina de Pasajes.
- 24-6-79. ETA (m) hunde en Pasajes el mercante francés Montlhery.
- 2-10-81. Buceadores de ETA (m) colocan en Santander una carga explosiva junto al destructor Marqués de la Ensenada que queda inutilizado con graves averías.
- 9-10-81. Se descubre en Santander un nuevo explosivo junto al patrullero Sil colocado en el mismo lugar que el que explotó el día 2.
- 3-2-82. Atentado de ETA (m) cerca de Zarauz contra el ayudante militar de Marina de Ondárroa que resulta herido.
- 16-7-82. Estalla una bomba en la Comandancia de Marina de San Sebastián colocada por ETA (pm)-VIII Asamblea.
- 8-8-82. Un comando de ETA (pm)-VIII Asamblea lanza un artefacto explosivo en una embarcación dirigida por control remoto contra la patrullera Tabarca, fondeada en Pasajes, pero el artefacto estalla antes de tiempo sin alcanzarla.
- 22-9-82. Un comando de ETA (m) da muerte en Erandio a un suboficial de la Comandancia de Marina de Bilbao.
- 26-9-82. Un grupo de buceadores de ETA (m) destruye una terminal de carga marítima de la CAMPSA en Badalona.
- 7-1-83. Atentado de ETA (m) en Bermeo contra varios suboficiales de la Ayudantía de Marina, dos de los cuales resultan heridos.
- 24-10-83. Estalla una bomba en la Comandancia de Marina de San Sebastián colocada por ETA (pm)-VIII Asamblea.
- 12-11-83. Un comando de ETA (m) da muerte en Bermeo al ayudante de Marina.
- 14-3-84. La lancha de vigilancia PVI-19 resulta hundida en Fuenterrabía mediante un explosivo colocado por un grupo desconocido, «Gatazka». Uno de sus tripulantes perece ahogado.
- 21-6-84. Estalla una bomba en la Ayudantía de Marina de Ondárroa.
- 4-11-84. Un comando de ETA (m) hace estallar una carga en una terminal de carga marítima de la CAMPSA cerca de Barcelona.
- 6-2-85. Explota una bomba en la Comandancia de Marina de San Sebastián colocada por ETA (m).
- 24-3-85. Un comando de ETA (m) hace estallar un pequeño artefacto explosivo colocado en el casco del buque de la CAMPSA Campo Negro amarrado en Astillero (Santander).
- 12-6-85. Atentado de ETA (m) en Portugalete contra un suboficial de la Comandancia de Marina de Bilbao que resulta muerto.
- 29-7-85. ETA (m) da muerte en Madrid al director general de Política de Defensa, vicealmirante Fausto Escrigas.
- 25-11-85. Un comando de ETA (m) ametralla en Pasajes una furgoneta con personal de la Armada resultando muertos dos de sus ocupantes y heridos otros dos.
- 6-2-86. Un comando de ETA (m) da muerte en Madrid al vicealmirante Cristóbal Colón de Carvajal y a su chófer; su ayudante queda herido.
- 21-7-86. Durante un ataque con granadas de ETA (m) contra el Ministerio de Defensa en Madrid resulta herido leve un contralmirante.
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