El modelo del club náutico tradicional en España, en la cuerda floja

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"Solo quedará sitio para los que tengan barcos de lujo". Cada vez es más difícil tener un barco de recreo: la gentrificación está convirtiendo los puertos en resorts para ricos

Los precios de los amarres están disparados en nuestros puertos y los clubes náuticos empiezan a perder su función social: tener un barco pequeño en España empieza a ser un lujo inalcanzable

Irene Mendoza

En los últimos años, la gentrificación del automóvil a nivel global es cada vez más patente, aunque hay casos más evidentes que otros, como el de Singapur: donde el lujo no es tener un superdeportivo, sino un coche normalito de segunda mano. Con el mar está pasando lo mismo, pero a toda velocidad. España es un buen ejemplo de ello.

La náutica social, la del aficionado que tiene una pequeña embarcación para navegar los fines de semana, está desapareciendo poco a poco de nuestros puertos fagocitados por grandes yates. Principalmente, porque los precios de los amarres se han disparado hasta convertirlos en un producto de lujo reservado para muy pocos.

Las protestas de armadores en puertos como Cartagena, Valencia, Ibiza o Carboneras lo evidencian: amarrar una embarcación modesta puede costar hoy más que el valor de la propia barca. En Ibiza, por ejemplo, un amarre para un barco de 9 metros ha pasado de 7.300 a 25.700 euros anuales, según la Gaceta Náutica.

 

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La gentrificación del mar: cuando los puertos se convierten en resorts

La gentrificación ha llegado a los muelles y, poco a poco, vemos cómo las marinas se transforman en complejos de lujo con restaurantes, salas exclusivas y servicios premium, mientras desaparecen los espacios básicos que necesita el navegante medio.

“Solo va a quedar espacio para los que tengan barcos de lujo”, resume Enrique Rey, socio de una escuela de vela en el mar Menor, en una entrevista con El Confidencial. Según él, un aficionado normal solo necesitaría una alambrada para proteger su barco y una manguera para endulzarlo. Pero ese modelo no existe en España: aquí el estándar ya es la marina de lujo.

 

El problema no es solo de precios, también de disponibilidad. Rafael Velasco, ingeniero naval y consultor, recuerda en la misma entrevista que “el crecimiento de la población en las zonas costeras ha disparado el interés por la náutica, pero la oferta de amarres no ha crecido al mismo ritmo y en muchos enclaves ya no puede crecer más”. La consecuencia son listas de espera interminables en puertos públicos y tarifas prohibitivas en los privados.

El desequilibrio es especialmente grave en Baleares, donde la presión turística y la llegada de armadores extranjeros, favorecida por la “libertad de bandera” desde 2010, ha multiplicado la demanda. Muchos residentes locales con barcos modestos se encuentran hoy sin alternativas.

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Históricamente, los clubes náuticos han sido entidades sin ánimo de lucro para fomentar la vela y los deportes de mar. Pero la realidad es que muchos se han convertido en un modelo de servicios exclusivos para socios de alto poder adquisitivo.

El presidente de la Real Federación Española de Vela, Joaquín González Devesa, reconoce que hay clubes que no cumplen con sus objetivos sociales y deportivos: “Se debería exigirles un proyecto deportivo anual y que inviertan parte de sus ingresos en fomentar la vela federada”. Mientras tanto, las cifras están ahí: las licencias de vela en España han pasado de unas 50.000 antes de la crisis a menos de 20.000 en 2024. 

25.765, 69 euros es  el presupuesto de Port Nàutic Ibiza para una motora de 8,95 metros de eslora. Fuente: La Gaceta Náutica

La gran pregunta es qué entendemos por “náutica social”. Para el Govern balear llega hasta los barcos de 12 metros. Para la Autoridad Portuaria, solo hasta 8. Y para muchos armadores, simplemente debería significar que cualquier residente pueda tener acceso a navegar sin hipotecarse. 

Como advierte Antonio Estades, presidente de la Asociación de Clubes Náuticos de Baleares, “si esto se generaliza, la mayoría de residentes que hoy tienen un barco no tendrán dónde meterlo. Será un desastre para la náutica”. El mar, visto siempre como un espacio de libertad, corre el riesgo de convertirse en un lujo: solo quedará sitio para los barcos de los más ricos.

Imágenes | Gacetanautica.es, Unsplash