BANDERA DE PANAMÁ O EL DESPRESTIGIO DE UNA BANDERA DECADENTE
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- Category: Marina Mercante
- Published on Monday, 11 August 2014 05:37
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El capitalismo tiene como principal finalidad la acumulación de riqueza. Es un sistema insolidario por naturaleza, aunque pretende socializar las pérdidas de sus fracasos. Esa es su filosofía solidaria. Las ganancias se privatizan, las pérdidas se solidarizan. Se basa no en la igualdad, sino en la diferencia. Es un sistema socialmente injusto. Unos pocos acumulan la riqueza generada por todos.
La llamada globalización neoliberal, cuya progresiva implantación se ha producido a lo largo de las últimas cuatro décadas, propicia la acumulación mundial centralizada, recurriendo para ello a monopolios y oligopolios de ámbito trasnacional, con los que consigue acceder a nuevas áreas de explotación para obtener ganancias extraordinarias.
El sistema capitalista en su paranoia acumulativa recurre a la configuración de sistemas de producción globales e impone el uso masivo de mano de obra muy cualificada y barata. Crea la conciencia de que sus servidores serán bien retribuidos si alcanzan la máxima formación teórico-práctica; sin embargo, oculta que la vida laboral está muy acotada, la educación es cara, la justicia lenta, costosa y adulterada, los riegos para la salud mental elevados, el tiempo para el disfrute familiar reducido, la convivencia tensa, y los salarios baratos. El sistema capitalista ha implantado una sofisticada forma de moderna esclavitud, en la que el individuo se convence de ser un personaje destacado, trajeado, distinguido, escalafonado, cuando no deja de ser un peón numerado y vulnerable al servicio del sistema.
El capitalismo salvaje entiende la división de poderes como la división de instrumentos a su servicio. Tiende a considerar a los gobernantes, legisladores y jueces como fieles funcionarios susceptibles de plegarse a la seducción de sus métodos. Corruptos, confidentes, cómplices y prevaricadores son los más cotizados, alabados y distinguidos por el sistema.
El capitalismo valora la importancia de la conciencia popular y la formación de opinión en torno a cuestiones claves de la economía, la política o los valores sociales como piezas esenciales para la aceptación y consolidación del propio sistema; y por ello se esfuerza en acaparar cuantos medios de comunicación le son posibles y los utiliza, generalmente, con insuperable cinismo, haciendo del derecho a la información una práctica descarada de la manipulación social.
También la violencia, en sus diversas versiones, tráfico de armas, establecimiento de bases, gestación de conflictos bélicos, forman parte de su estrategia. Tiende al uso de la fuerza y a la represión de cualquier protesta contra el sistema. Eleva el control sobre el individuo. No duda en hacer uso de la fuerza para conseguir sus fines. Por ello destina grandes partidas al mantenimiento de subsistemas de acumulación y gestión de la violencia potencial y el poder policial o militar.
Todo cuanto sea susceptible de generar riqueza le pertenece. Privatiza las necesidades sociales de primer orden. Las nebulosas espirituales las pone en manos de distintos credos, sectas e iglesias. Las jerarquías de de estas sectas gozan, en general, de un estatus de privilegio.
En su fase más sublime el capitalismo ha consolidado su matrimonio con el comunismo, dando lugar al capitalismo comunista, del que China es el máximo exponente, y Sanghai su principal templo ecuménico. El comunismo capitalista, proletariza la mano de obra y se entrega de patas abiertas al capitalismo salvaje.
Al capitalismo le encantan las grandes mansiones de lujo para vivir y los rascacielos para gestionar la deslumbrante mezquindad de su imperio.
Para el capitalismo salvaje-conviene aclarar que no hay otro tipo de capitalismo-, el medioambiente requiere ser respetado, si ese respeto se traduce en más capital, en otro caso no deja de ser un inconveniente.
El capitalismo y las banderas de conveniencia
Las banderas de conveniencia forman parte esencial del modelo capitalista desde hace décadas.
Panamá, que hoy es una bandera desprestigiada y en retroceso, es un claro ejemplo de desprecio hacia la sociedad civilizada y hacia las normas de convivencia basadas en el mutuo respeto. Sus gestores más recientes han sido capaces de llevar a tal extremo la degeneración de esa bandera, que ahora sufre incluso el rechazo de quienes son partidarios de las bandera de conveniencia.
La insolidaridad como modelo
Los presupuestos de quienes abanderan sus barcos en pabellones piratas suelen ser, aunque en diferentes grados y categorías, los siguientes:
a) Hacienda no somos todos, y el quienes pagan los impuestos que les corresponden son un atajo de imbéciles.
b) Quien contamina paga, pero si paga el Estado, mucho mejor.
c) Si no se sabe quién eres, si no te pueden identificar como naviero, no incurres en gravosas responsabilidades. En caso de catástrofe, muertes, lesiones, etc. las responsabilidades son ajenas.
d) La seguridad de la vida humana en la mar es un lujo que debe soportar quien lo quiera.
e) Los inspectores de Seguridad marítima no hacen más que molestar.
f) La OMI, la OIT, etc, están para vestir y vender el muñeco a la opinión publica..
g) El paraíso fiscal, es el más perfecto paraíso capitalista.
La bandera de Panamá ha sido y es una lacra para la sociedad civilizada. Lástima que la OMI –IMO, OIT, es decir, Naciones Unidas estén dando soporte a las banderas de conveniencia y en especial a Panamá.
Asimismo hay destacar que es falso que las banderas de conveniencia abaratan los costes del transporte marítimo. Los fletes se rigen por otros criterios, pero los cuantiosos costes globales que se derivan de este modelo los sufre el conjunto de la sociedad en su conjunto.
Destino común
Y por último, conviene recordar que los armadores más opulentos y los marmitines más humildes, terminan mueriéndose.