Las Ordenanzas Reales de construcción de Galeones y el “Nuestra Señora del Juncal”
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- Category: Historia de la Marina Civil
- Published on Sunday, 10 January 2021 17:20
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XXI Congreso Internacional de la asociación española de americanistas (AEA)
Claudio Lozano Guerra-Librero
Grupo de Investigación: “Andalucía y América: paisaje y territorio”,
Departamento de Historia de América, Universidad de Sevilla, España.
En el año 1995 se desarrollaron en aguas de la Sonda de Campeche (México) dos proyectos conjuntos; uno, denominado “Proyecto de investigación de la Flota de la Nueva España de 1630 - 1631 e Inventario y Diagnóstico de Recursos Culturales Sumergidos en el Golfo de México” liderado por la Maestra Pilar Luna Erregurena y otro, denominado “Flota de la Nueva España de 1630-1631 e Inventario y Diagnóstico de Recursos Culturales Sumergidos en el Golfo de México” liderado por la Dra. Angelina Macías Goytia. Ambos proyectos nacieron con la intención global de documentar, localizar y evaluar las posibilidades de acometer la excavación y una propuesta museística coherente sobre los restos de los principales navíos que se perdieron en los naufragios que sufrió la flota de Nueva España en 1631 cuando demandaba el puerto de la Habana en el tornaviaje; de esas naves destacaba el “Nuestra Señora del Juncal” como nave almiranta, cerrando la flota.
Los esfuerzos y trabajos científicos, así como las prometedoras campañas de campo que pudieron ser desarrolladas a partir de 1997 a bordo del Oceatec y del buque oceanográfico Justo Sierra, cristalizaron en un interesante libro divulgativo, denominado “La flota de la Nueva España 1630-1631. Vicisitudes y naufragios”, coordinado por Flor Trejo Rivera.
En este libro se relatan los trabajos archivísticos realizados durante ocho años en México, Cuba y España y tres temporadas de Arqueología subacuática desarrolladas en la Sonda de Campeche en 1997, 98 y 2003, además de otra campaña descrita que se realizó en aguas de Veracruz en 1999. En prensa escrita y desde la presentación del libro se señalaba que el proyecto era costoso económicamente y que a pesar de integrar a otras instituciones internacionales de Puerto Rico, Estados Unidos, Argentina o Uruguay, así como la presencia de 21 investigadores de diferentes nacionalidades; se veía amenazado por la ausencia de medios económicos que garantizaran su continuidad y la consecución de los objetivos planteados, además, ponía en jaque la difusión de la labor científica que se estaba realizando. Paralelamente la prensa recogía la amarga queja de los investigadores mejicanos ante la enorme dificultad de proteger eficazmente el patrimonio sumergido en el polígono que comprenden sus 10.000 kilómetros de costa y sus 200 millas de jurisdicción. Tuvimos la oportunidad hace relativamente poco tiempo de leer en prensa1, las declaraciones de una de las principales responsables del proyecto sobre el derecho de España a reclamar un tesoro que durante todo el verano de 2007 ha levantado cierto debate mediático y ha llevado al actual Ministerio de Cultura del gobierno de España a plantearse el diseño de un “Plan nacional de Arqueología Subacuática”. Esa responsable señaló que la misma polémica compañía que ha operado en aguas de España, había presentado proyectos supuestamente arqueológicos que felizmente habían sido rechazados por el estado mejicano. 1 La opinión de Málaga 5 de junio de 2007 “Expertos en arqueología aconsejan a España reclamar el tesoro hallado por Odyssey”.
Uno de esos proyectos presentados por la compañía era el que precisamente planteaba el estudio y recuperación del “Nuestra Señora del Juncal”, nave almiranta de la flota de 1630 que antes mencionaba y que junto al galeón “Santa Teresa” se perdieron durante un violento temporal. La recuperación de los restos de este pecio sin la apropiada metodología arqueológica y sin la asistencia técnica necesaria; que garantice la obtención de la información histórica pertinente, sería un desastre para la investigación histórica en materia de arqueología subacuática y para el conocimiento de la construcción náutica en general. El galeón desarrollado durante el primer tercio del siglo XVII, se convierte en la principal máquina tecnológica donde se aplican, ensayan y mejoran los principios abstractos teóricos procedentes del mundo científico, básicamente en lo referente al modelado exterior del casco, el empuje resultante del ángulo de deriva y las velas; y en líneas generales, el comportamiento de los volúmenes en un fluido. Los constructores de naves buscaron la eficacia en el producto final de su trabajo (siendo un potente catalizador el estado de guerra), y aunque estos constructores en su mayoría desconocieran las leyes físicas que en última instancia eran los fundamentos de sus decisiones y por tanto de su producto constructivo. La Arqueología Subacuática ha alcanzado madurez como disciplina que ayuda a abordar esa evidencia cultural y por tanto empezar a conocer los fundamentos de esa tradición constructiva y los principios tecnológicos de las máquinas más complejas de la Edad Moderna. Para el caso de aquellos buques construidos en el primer tercio del siglo XVII, nos encontramos con el desarrollo, en un relativamente corto espacio de tiempo, de tres modelos constructivos regulados; las denominadas Ordenanzas Reales, que comienzan publicándose en 1607, para mejorar, matizarse, sintetizarse y ampliarse en 1613 y 1618.
Si bien, hay que aceptar como principio, que una cosa era lo ideado teóricamente, otra lo que la buena tradición mandaba construir, otra lo regulado por las normas reales y otra lo que salía finalmente de la grada del astillero. Hay que tener en cuenta que la reglamentación escrita es el principal vehículo que nos acerca de modo teórico a los investigadores a esta realidad tan compleja y sutil. Este conjunto de artículos compilados en las “Ordenanzas reales” regulan importantes aspectos tecnológicos vitales para el desarrollo de la guerra y el comercio tal y como se señala en el preámbulo de las publicadas en 1607: y cito “Considerando los inconvenientes y daños que se han seguido de construir naves sin traza ni fortaleza que se requieren para navegar y pelear, se han reunido en la corte las personas de más experiencia, y pedido informes a las de los puertos y astilleros, conferido el asunto al Consejo de Guerra, queda determinada para lo sucesivo la manera de fabricar con reglas de proporción en las dimensiones, así como para enramar, encintar y aforrar”. Estos aspectos constructivos se verán ampliados, reformados y mejorados en sucesivas publicaciones de las Reales Ordenanzas, las de 1613 y 1618, llegando a aspectos técnicos relativos a las calidades en la construcción, la especialización de la mano de obra que ha de desarrollarlos, la factura de los aparejos y las proporciones en la arboladura, etc… Si bien este tipo de regulaciones son en esencia modelos teóricos que tratan de servir de guía para los constructores de la época e intentos de estandarización para las fábricas de naves y son imprescindibles para establecer las líneas teóricas de la investigación, no poseen entidad suficiente para cristalizar conclusiones de carácter general si no poseen una conexión con el registro empírico. Asumo como Arqueólogo que las evidencias materiales son el elemento esencial para dilucidar la realidad particular de cada barco, pero por si mismas no sirven para ofrecer las bases precisas que nos permitan obtener una amplia perspectiva de la construcción naval del XVII; es por tanto imprescindible la interpretación del registro arqueológico en el contexto de un marco teórico formulado a partir de las fuentes archivísticas y documentales e integrado en un estudio de amplio espectro que aborde de forma multidisciplinar esta realidad histórica.. El caso del “Nuestra Señora del Juncal” es especialmente significativo a este particular, el análisis documental y la arqueología se encargan de subrayar este postulado; como ejemplo, al analizar las ordenanzas de construcción de 1618 ya no se distingue en el texto entre naves comerciales y de armada, división que se planteó a finales del siglo XVI y principios del XVII y que asumida por algunos historiadores se mantiene como debate abierto en muchos de los análisis historiográficos actuales, publicados sobre la cuestión. ¿Es el Nuestra Señora del Juncal un galeón de armada o un galeón comercial? ¿Qué ordenanzas regían de facto y cuales se aplicaron realmente en el momento de su construcción? ¿Si regían las ordenanzas de 1618, se aplicaron estas o lo que salió del astillero es manifiesta y probadamente otro tipo de nave? Si destruimos el registro arqueológico que puede refutar nuestra tesis y nos ayuda a abordar esta parte de la historia a través de la tecnología y de la teoría que la hizo posible, perderemos para siempre la oportunidad de conseguirlo.
COMENTARIOS DE AEMC
¿Por qué seguir negando lo evidente, lo constrastable; por qué?
En 1607 -1618 La Armada Española no existe.
La ingeniería naval no existe.
El capitán Diego Brochero ni era marino de guerra ni ingeniero naval. Era Capitán de la Marina Civil de aquel tiempo.
Se construían galeones, que eran diseñados por capitanes, que eran los profesionales con conocimientos y experiencia en aquel tiempo.
Por qué seguir ocultando la realidad histórica, por qué seguir recurriendo a la truculencia académica para enmascarar o negar la realidad.
Sería muy oportuno que los autores de temas históricos relacionados con la navegación respeten a los marinos civiles y su aportación real a la historia de España.