La España de la cruz, la espada y la fragata varada en el trigal

El bipartidismo dominante en el escenario político español tiene un clara vocación de secano; actúa en contra de lo que sería lo propio en un país como España que tiene miles de kilómetros de costa. La península Ibérica y las islas de Baleares y Canarias están rodeadas de mar. A pesar de su configuración geográfica, de su extraordinaria historia marítima, de las gestas realizadas por sus marinos civiles: Los Colon, Juan de la Cosa, Magallanes, Urdaneta, Elcano, Álvaro de Bazán, Pedro Menéndez y tantos otros, la España de la cruz, la espada y el adobe sigue aferrada al espíritu naval impuesto por los Borbones a principios del siglo XVIII. Un modelo naval concebido para dar empleo a los hijos de una nobleza decadente, un modelo que pretendía que la procedencia aristocrática de los individuos era lo suficientemente potente como para dominar y triunfar en la mar. Una mayúscula estupidez política que se saldó con una larga colección de fracasos. Trafalgar fue el culmen de todos ellos. La mar y los señoritos disfrazados de almirante, salvo excepciones, nunca fueron compatibles. Nelson o Cook, o los españoles, Andrés del Pez o Antonio de  Gaztañeta (capitanes de la Marina Civil incorporados a la Armada) son claros ejemplos de otra forma de crear marinos auténticos. España copió el modelo francés, y no es menester recordar su recorrido naval. Hacer marina con mentalidad de trigal no es viable. Sin embargo, ahí está la España bipartidista con sus colaboradores necesarios de gobierno, todos ellos, salvo excepciones, perdidos en el inmenso trigal.  Y como consecuencia+, el fracaso  marítimo, con Navantia a la cabeza, con el derroche portuario, con la "gibarización" de la flota pesquera, con el destrozo de caladeros, con la contaminación festoneando nuestras costas, con unos índices de siniestralidad intolerables, con un flota de buques de comercio propia de un país subsahariano, con el imborrable recuerdo del "Prestige" que es el símbolo de lo que puede dar de sí esta España naval oficialista.

La España del mar de trigal y del entorchado navegando sobre moqueta, empuja y come orejas de forma permanente para militarizar a la Marina Civil, para volver a someterla como en plena dictadura franquista, para pasarse por el arco del triunfo la Constitución. Lleva años dando pasos en ese sentido. Su ideal consiste en que los titulados superiores de la Marina Civil sean excluidos de los puestos y cargos públicos relacionados con los asuntos marítimo civiles en tierra, para ser ellos y sus ahijados históricos, los ingenieros navales, quienes lo gestionen todo desde tierra. De hecho, en la Dirección General de la Marina Mercante, en los últimos años, se han eliminado a muchos funcionarios procedentes de la Marina Civil para sustituirlos por ingenieros navales. En la mayor parte de las Capitanías Marítimas se sustituido a los Capitanes de la Marina Civil por ingenieros navales carentes de formación náutica y experiencia en navegación. ¿Y cuál ha sido resultado? Estamos en una especie de caos generalizado, un desastre ensordecido por la falta de transparencia y gallardía política para reconocerlo públicamente. Los políticos de secano huyen de abordar los asuntos marítimos. Se asoman para militarizar a Magallanes y a Elcano, o a Pedro Menéndez, o para ir a los entierros multitudinarios cuando viene un desastre como ocurre con el “Villa de Pitanxo

El tecnoburócrata escondido

 

El hundimiento del pesquero “Villa de Pitanxo”, hundido el pasado día 15 de febrero de 2022, en aguas de Terranova, con independencia de cuales sean las causas reales del naufragio, es obvio que es un asunto que cae por completo en el área competencial de la Seguridad Marítima, de la que es máximo responsable el Director General de la Marina Mercante, y por elevación la Ministra de Transportes. Pero el Director General, ingeniero naval de título y profesionalmente desconocedor de la mar y la Ciencia náutica, como ya es habitual en casos de este tipo se esconde, huye, quizás por miedo a tener que mostrarse en su desnudez para afrontar y explicar un problema de esta índole, . “No sabe, no contesta”. Esa parece ser la respuesta. Pero aún hay muchas duda en el aire. Se dijo públicamente que el que “Villa de Pitanxo” llevaba 22 personas a bordo, pero resulta que son 24. ¿Iban todas ellas debidamente enroladas? Se dijo que el barco llevaba 4 balsas salvavidas, pero la realidad es que solo lleva dos.

La DGMM prorrogó la validez de los certificados profesionales de los marinos y marineros del “Villa de Pitánxo”, pero alguno de los habituales de estas pesquerías señaló que ni se hacen ejercicios reglamentarios ni los cursillos de formación reglamentarios alcanzan los niveles de eficacia requeridos para garantizar la capacidad de respuesta de todos y cada uno de los miembros de la dotación ante una emergencia.¡ En más de una ocasión son un negocio homologado para amiguetes¡.

¿Había suficiente trajes de supervivencia reglamentarios a bordo?

Estas y otras muchas dudas están aún por resolver y quizás no se resuelvan nunca, porque la Comisión de Investigación de Accidentes, dominada e integrada básicamente por colegas del Director General, no investiga ni con el conocimiento ni con el rigor necesarios. No son Capitanes y Oficiales de la Marina Civil con una titulación específica y una experiencia constatada en navegación, son simplemente tecnoburócratas parasitando de puestos específicos para los que no están preparados. La fiabilidad de sus dictámenes, muy aparentes, es más que dudosa, por no calificarla de otro modo.

Preocuparse mas por los pescadores vivos

¿En qué condiciones reales se trabaja en los buques de pesca? Cómo se puede despachar un barco de 18 m. de eslora con tres tripulantes?

Las leyes deben de cumplirse, también en la mar. Y no se cumplen.

 

Hónrese a los muertos y sus familias, pero dignifíquese a quienes navegan, especialmente a las profesionales de la pesca

Bien está que se colmen de ceremonias y coronas a los que murieron en acto de servicio, que el parlamento guarde un minuto de silencio, pero mejor sería que dedicase unos cuantos a legislar ocupándose de defender unas condiciones dignas de trabajo para los vivos, para los que se dejan día a día su vida en la mar. 

La España marítima necesita un profundo cambio de rumbo. Un mayor respeto por la sociedad civil, para no haya profesiones perseguidas y profesionales humillados y marginados.  No puede seguir en manos de iluminados y tecnoburócratas. Primero son los intereses generales, y para ello habrá  que renunciar a las economías asociadas a las corruptelas y las componendas políticas a costas de los profesionales de la Marina Civil.