Cap. Javier Babé: "A alguno no le gustaba que unos civiles fueran los primeros en el continente helado"

 

 

 

 

 

 

 

"Fueron momentos gloriosos; a

Javier Babé. // FdV

delantar a un carguero fue un subidón de adrenalina"

Manuel Méndez O Grove 25.10.2018 | 03:24
 
Javier Babé. // FdV
 

Javier Babé era el capitán de la goleta de tres palos "Idus de Marzo", que el 15 de diciembre de 1982 zarpaba del puerto asturiano de Candás para realizar una travesía de seis meses hacia el Polo Sur. Era la primera expedición española al continente helado, y no iba a resultar nada sencilla. De ahí la importancia de la conferencia que el propio Babé ofrece hoy, desde las 20.00 horas, en la carpa auditorio de O Grove, donde va a explicar cómo se desarrolló aquella aventura que marcó su vida para siempre.

-¿Cuándo se dio cuenta de que quería dedicarse a la navegación?

 

 

 

-La vela, junto al submarinismo, han sido desde siempre las actividades asociadas a mi vida profesional en la Marina Mercante. Lo primero que hice cuando mi economía me lo permitió fue comprar un velero en el que pasaba mis vacaciones, el "Lukas II", de poco más de nueve metros. En 1978 me tomé un año sabático y navegué de Galicia al Caribe. A la vuelta tomé la decisión de dedicarme de forma profesional a la vela. Había visto como el "charter" en el Caribe era una buena industria y me pareció una opción válida para mi futura forma de vida. Llegué a la conclusión de que para ello tenía que hacerme con un velero de dimensiones importantes y adaptado no solo para el simple "paseo de turistas", sino también para todo tipo de aventuras, submarinismo, estudios de vida marina y expediciones.

-Es en esa época cuando decide dejar la Marina Mercante...

-Así es. El reto de llegar a Capitán estaba superado y mandaba cargueros por todo el mundo desde los 26 años. Además la vida en los barcos había cambiado. La aparición de los contenedores supuso la desaparición de la "carga general" y las operaciones de carga y descarga duraban horas, en vez de días. Ya no había tiempo para que un marino con curiosidad, como era mi caso, llegase a conocer los sitios que visitaba. Entonces pasé a dedicarme exclusivamente y con toda mi energía a desarrollar el proyecto del velero de mis sueños. Dibujé unos bocetos y me fui a ver a los ingenieros navales que por entonces eran la vanguardia en diseño de veleros: Joaquín Coello y Pedro Morales. Se ofrecieron a desarrollar, de forma casi gratuita, el obligatorio anteproyecto con el que solicitar al banco el préstamo para la construcción y acogerse a la Ley de Crédito Naval. De los bocetos que yo les llevé habían elaborado el magnífico proyecto de un velero de 32,5 metros aparejado en goleta de tres palos. Sería muy largo que explicase todo el "calvario" que pasé para dar credibilidad al proyecto y tener acceso al crédito.

-Y llegó un 15 de marzo que marcaría su vida... De ahí el nombre de "Idus de Marzo", en latín, Idus Martii Idus Martiae , que en el calendario romano corresponde a los días 15 del mes de Martius . Los idus eran días de buenos augurios que tenían lugar los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre...

-Efectivamente. Aquel 15 de marzo recibí la carta de aprobación del préstamo. Según el calendario romano los "Idus" corresponden a los días medios de cada mes, y los de marzo eran considerados fechas propicias. Para mí, que ya me habían sido propicios en anteriores ocasiones, esto fue definitivo: la goleta se llamaría "Idus de Marzo".

-¿El objetivo era desde un principio la Antártida?

-En absoluto. Eso fue la propuesta de un "magnate" de la industria turística, Guillermo Cryns, de nacionalidad belga pero afincado en España desde hacía años. Se enteró del proyecto del velero que se estaba construyendo en los astilleros Armón, en Navia (Asturias), e hizo la propuesta. Era algo demasiado atractivo como para dudarlo. Una oportunidad como esta solo se daba una vez en la vida, y aunque en su aspecto económico era bastante "cutre", el veneno de la aventura ya estaba metido en la sangre...

-Pero estuvieron a punto de no poder zarpar.

-Cierto. Aunque ya estábamos en democracia la marina civil parecía seguir bajo el poder militar. Las Comandancias todavía no habían sido sustituidas por las Capitanías, y por razones todavía desconocidas, el Comandante de Marina de Gijón, sin unas razones objetivas, no autorizaba la salida, ni siquiera para hacer las pruebas de mar, algo esencial en un barco de nueva construcción para comprobar su buen funcionamiento y enmendar posibles fallos. Cuando al fin hubo luz verde, después de dos meses amarrados a puerto, estaba el verano austral adelantado. ¡Y nosotros a 9.000 millas!

-¿Por qué sucedió esto?

-No puedo evitar la sospecha de la existencia de un cierto interés, más o menos oculto, en que la expedición abortase. Parece ser que no a todo el mundo le agradaba que fuesen unos civiles, y de forma privada, los que obtuvieran la "gloria" de ser los primeros en poner el pie en el continente helado. Se sabía que ya íbamos con mucho retraso, pero eso no nos impidió continuar. Lo cierto es que dicho retraso supuso que la navegación, casi a comienzos del otoño austral, fuese más peligrosa y complicada.

-¿Cómo de complicada?

-Zarpamos con un bonito temporal del Oeste, lo cual nos vino muy bien para probar el barco en condiciones duras. Era la primera vez que salía de puerto, y a pesar de la "paliza" que nos dio el mar llegamos a Vigo sin haber sufrido daños ni averías. Después de hacer combustible nos hicimos a la mar, todavía con un viento bastante fuerte del Noroeste que nos sirvió para navegar a vela por primera vez. Decidí mantener todo el trapo arriba, cosa poco prudente con vientos de hasta 35 nudos, pero quería ver si aguantaba, y de haber rotura de velas, averías o fallos en el aparejo eran preferibles antes de llegar a Canarias. Superamos los 13 nudos de velocidad y todo respondía de maravilla: Todos los tripulantes hacían cola para ir a la rueda, el barco casi gobernaba solo, estaba perfectamente equilibrado... Fueron momentos gloriosos. Incluso adelantamos a un carguero, provocando un subidón de adrenalina general. Ya saliendo de Canarias, una avería en uno de los motores nos hizo entrar en Dakar, aunque allí nada se pudo hacer y continuamos viaje con escalas en Recife y Río, en Brasil, y Mar del Plata, ya en Argentina, donde en unos días se reparó el motor, antes de salir hacia Punta Arenas, en la Tierra del Fuego chilena, donde embarcaron los expedicionarios. En total éramos 23 personas a bordo (8 tripulantes y 15 expedicionarios) y ya de Punta Arenas navegamos por los canales fueguinos hasta Puerto Willians, el puerto más austral del mundo y lugar definitivo de salida para la Antártida.

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